VUELTA DE HOJA

Los dueños del invento

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Está muy mal organizada la co-munidad de propietarios de la bomba atómica. Hay países que se supone que sólo la em-plearían en caso de verse obligados a defenderlos a todos, salvo a aquel que decidan castigar, y otros que jamás po-drán usarla porque no la tienen.

¿Hasta qué punto conviene ampliar el cupo de naciones poseedoras de la espantosa y convincente maquinaria? Se dice que las usadas en Hiroshima y Nagasaki se han quedado tan antiguas como las lavadoras de aquella época. Ahora las hay mucho mejores, o sea, capaces de matar con más diligencia y más amplio radio de acción.

El presidente del Estado de Israel, Moshé Katsav, dice que su nación no permitirá que Irán, que en su opinión es un país exportador de terroristas, tenga el arma nuclear. Cree que sería el primer paso para que las bombas atómicas acabaran en manos de Hamás o Al Qaeda.

El Derecho Internacional, que siempre ha estado influido por el derecho del más fuerte, deberá legislar la aplicación de estos artefactos de usar y tirar sobre las cabezas de los enemigos. Es urgente que lo haga antes de que sea tarde.

Einstein, que era muy serio, a pesar de que haya sido perpetuado sacando la lengua, le dijo a un periodista, poco antes de morir, que si volviera a nacer le gustaría ser fontanero. El genio se había asustado de lo que había hecho posible con su genialidad: nada menos que la destrucción de este planeta lleno de desavenencias y poblado por unos seres fugitivos que no consiguen ser felices más que cuando hojean algún álbum con viejas fotografías o cuando se quitan unos zapatos que les aprietan. El arte de matar es lo que más ha progresado durante el siglo XX. Si continúa el progreso, será un arte sin críticos.