Y ahora, lo de Batasuna
Actualizado:Resulta bastante probable que las máximas controversias políticas en este país ya lleno de controversias se centren en la conveniencia o no, en la posibilidad o no, de autorizar el congreso extraordinario de la ilegal coalición Batasuna, este sábado próximo, teóricamente en Baracaldo. La conveniencia sí está clara: Batasuna probablemente dé un paso adelante en el camino hacia la petición a ETA de que deje las armas, con condiciones, naturalmente. La posibilidad, en cambio, no es tan evidente: Batasuna es una coalición ilegalizada por decisión del Supremo, ilegalización contemplada en la vigente Ley de Partidos. Hay legitimistas, desde luego la oposición popular en pleno, que dicen que de ninguna manera se puede, sin retorcer gravemente la ley, permitir este acto. Pero al Gobierno de Zapatero le conviene que la asamblea de los mal llamados abertzales tenga lugar porque, en su opinión, significará un paso más hacia la paz.
Decidir qué es lo mejor, en este marco irreconciliable, no es una mera competencia de este cronista, aunque el cronista tenga su opinión. Los datos, simplemente, están ahí. La conveniencia política frente al imperio, que algunos quieren absoluto, de la ley. La razón de Estado frente a la legalidad entendida de manera ortodoxa. Si se quiere, incluso, las víctimas, frente al futuro probable (que no seguro) hacia algo mejor. El avance frente a la consolidación de lo que existe. Las dos Españas, si llevamos las cosas al extremo.
Hemos de ver los debates internos que afectan al comisario para las víctimas, Gregorio Peces-Barba; al fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, teniendo que nadar entre al menos dos aguas; a Zapatero y a su ministro del Interior, José Antonio Alonso, nadando y guardando la ropa. Hasta este punto nos ha conducido el absurdo que, desde hace tres décadas, vivimos en el País Vasco.
Aunque, claro, las responsabilidades últimas se trasladarán al gobierno de Ibarretxe, cuyo consejero de Interior, Javier Balza, tendrá nuevamente la última palabra, por delegación, en este espinoso asunto. Puede, incluso, que la asamblea, por problemas, dirán, burocráticos, no se celebre en Baracaldo, sino, por ejemplo, en San Sebastián, donde las cosas serían más fáciles y la tolerancia municipal mayor. Quién sabe lo que ocurrirá.
Personalmente, y por no hurtar el bulto, me decantaría por la celebración de este congreso, donde fuere y con los condicionamientos que fuere: nada de apología de ETA, nada de gritos que alteren el sistema, nada de gestos hostiles contra el proceso que está en marcha. Y a ver qué sale de todo ello. Otegi, estos días, mantiene muchos contactos, a muchas bandas (más aún que habitualmente), dicen. Está dispuesto a jugar el papel de Gerry Adams en Irlanda, cueste lo que cueste, que algo les costará a las dos partes, por más que no sean equiparables (víctimas y verdugos no lo son jamás), pero inevitablemente asimilados en este trance. Tremenda responsabilidad la de todos en esta semana que ahora comienza para no romper el delicadísimo hilo que, aseguran, separa la paz de la pesadilla.