Fraga se despide con nostalgia
Actualizado:No sería elegante aplicar a la digna despedida de la política activa de Manuel Fraga los mismos criterios que se imponen en un obituario. Primero porque afortunadamente está vivo; segundo porque su obra y sus enseñanzas le han hecho entrar con carácter permanente en la Historia de España; tercero porque si en las próximas elecciones su partido le propone como senador tendrá oportunidad de hacerse oír si alguna vez se quiere dar el contenido que merece a la devaluada institución del Senado. En el momento que cede el testigo en la dirección del PP de Galicia tras haber perdido la presidencia de la Xunta, sí es necesario, en cambio, preguntarse si su decisión de presentarse a la cuarta reelección y no obtener el éxito esperado ha sido un pasajero accidente para la derecha en España o una convulsión que, al haber venido a añadirse a otras desdichas de la fortuna política, afectará por mucho tiempo al partido que fundó.
«Señor, que el retirar no es huir, ni el esperar es cordura, cuando el peligro sobrepuja a la esperanza», decía Sancho en el capítulo XXIII de El Quijote. Que el PP perdiera la Xunta de Galicia quizá no fuera sólo culpa de Fraga. Y quizá no fuese sólo responsabilidad suya el no haberse sabido retirar a tiempo. Porque quienes no le ayudaron a tomar la decisión más difícil de su vida fueron los que no le han perdonado que fuese quien impidió que llegara a formarse una ultraderecha en España. Pese a sus impulsos autoritarios, Fraga enseñó los fundamentos de una democracia a quienes trataban de perpetuar sus privilegios.
«Vengo a despedirme», dijo ayer un hombre que ha permanecido 55 en la política y 16 como referente máximo de su partido. «Perdón por no haber sido capaz de más». Lo dijo quien lo ha sido todo en la política española. Aunque no lo reconozca, en su fuero interno sabe que todo lo hubiera cambiado por ser presidente del Gobierno, algo para lo que estaba más capacitado que muchos que lo fueron.