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EN EL ARAMBOL

Terratenientes del ladrillo

BEATRIZ REVILLA/
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Es cuestión de años. Menos de los que pensamos. Incluso no habrá de pasar más de una generación porque todos hemos contribuido a acelerar el cambio. En el último decenio hemos descubierto que todos, en mayor o menor medida, tenemos un corazoncito especulador. Nos hemos imbuido del frenesí inmobiliario y hemos convertido el mercado de la vivienda español en un Monopoly en el que todos queremos pasar por la casilla de salida y seguir acumulando propiedades.

Pero la realidad superará una vez más a la ficción y los grandes grupos inmobiliarios, integrados en macroholdings de poder, con tentáculos en los principales estratos económicos del país, se convertirán en los nuevos terratenientes del ladrillo, amén de los pequeños inversores que hábilmente hayan creado su pequeño reino. La consecuencia de esta concentración empresarial es que, atendiendo a las leyes de mercado, resultará más difícil poner freno a esta escalada interesada de precios, que sólo llegará cuando el techo de precios sea prohibitivo para la inmensa mayoría y los tipos de interés despierten de su letargo y vuelvan a cotas «normales».

De acuerdo con estas perspectivas, las dificultades de acceso a la vivienda se acrecentarán progresivamente hasta degenerar en una brecha social entre clases altas, medias y bajas. Si en la Edad Media fue el patrimonio de tierras el que marcaba el status ciudadano, el siglo XXI español será el inicio de un panorama en el que la vivienda nueva empezará a ser un bien «de lujo», accesible sólo a una clase social alta. La segunda mano empezará entonces a cobrar protagonismo y los millones de pisos vacíos comenzarán a aflorar para atender a esa segunda demanda de clase media. Las escalas inferiores se verán entonces «relegadas» al alquiler porque les será imposible adquirir un inmueble.

No es imprudente o disparatado pensar en un devenir que hoy ya es presente en muchos países europeos, donde, inevitablemente, hay mucho menos apego a la propiedad y el mercado de arrendamientos está absolutamente extendido entre jóvenes y capas sociales humildes. Hay quienes van más allá y dicen que aquellos que en la actualidad o en un futuro próximo no tengan una casa, es posible que nunca lleguen a tenerla. Desde luego que el sistema financiero ya propicia esta situación porque las hipotecas a 50 años abren la puerta a que sean los hijos o los herederos quienes, después de saldar esta deuda eterna, puedan disfrutarla de pleno derecho la vivienda. Habrá que empezar a replantearse la conveniencia de los minipisos y el «lujo» de recibir una vivienda de protección.