Sociedad

El pionero español asalta el gran mercado «El vino es un producto que despierta pasiones y felicidad»

Carlos Falcó, que revolucionó los tintos en España, logra ser el primer bodeguero en distribuirlos en EE UU

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Aunque la afición le viene de niño -a los 17 ya elegía, y con buen criterio, los vinos en las comidas en el extranjero con su padre-, no fue hasta 1974 cuando, tras sus estudios de ingeniero agrónomo en Lovaina (Bélgica), su master en California -donde se le despertó el gusanillo bodeguero- y el inicio de unas explotaciones agrícolas de diverso tipo, plantó sus primeras cepas en Malpica del Tajo (Toledo) con una variedad, hasta entonces, desconocida en nuestro país -que insistía en las autóctonas-, la Cabernet Sauvignon.

Carlos Falcó fue un rebelde en cuanto a tradiciones vinícolas, pero, como tenía una buena base científica, apostó por la innovación y se subió a la parra de la modernidad sin escuchar los gritos de loco que por aquel entonces le lanzaba todo el mundo. Plantó en las tierras que su familia tiene en los Montes de Toledo desde 1292, Dominio de Valdepusa, primero la variedad Cabernet Sauvignon, después la Syrah y hasta se atrevió con la Petit Verdot -una uva bordolesa que no siempre madura para embotellar, pero que cuando lo hace se consiguen unos vinos que tocan el cielo-. Y con todas estas innovaciones empezó a hacer vino y a iniciar un camino lleno de triunfos.

Eran tiempos en que las leyes de la agricultura, en lo referente al vino, lo prohibían todo y por eso España llevaba cinco lustros de retraso respecto a los países punteros del vino. Pero Falcó, como Julio César, «vini, vidi, vinci» -llegó, vio y venció- y hoy está considerado como uno de los bodegueros más prestigiosos del país, pionero en la modernización de la viticultura española, que ha puesto también su pica en Rioja, La Mancha, Las Arribes del Duero (comarca entre Zamora y Salamanca) y Argentina.

Tras un tiempo asociado con el Grupo Arco, desde julio de 2004 camina en solitario con su compañía familiar llamada Pagos de Familia Marqués de Griñón, con un perfil de distribución muy moderno -implicando a jóvenes sumilleres- y gracias a ello, en el último año y con la gran labor comercial de su hija Sandra, ha doblado las ventas y tiene presencia en 25 países, entre ellos la Europa occidental y la antigua URSS, además de Iberoamérica.

Sólo les faltaba el tentador mercado USA y japonés, cuando de repente, vía e-mail, llegó el sueño americano de la mano de la distribuidora LVMH, grupo que engloba el 50 por ciento de las marcas de lujo del mundo -lo preside el todopoderoso Bernard Arnault- y que, en materia de vinos de alto nivel, no hay compañía que le haga sombra. Y como los de Griñón son vinos de alta expresión, el poderoso grupo le tiró los tejos con una oferta irresistible: ser su distribuidor americano que es algo así como el gordo de la lotería vinícola.

El hecho de que LVMH se haya fijado en sus vinos es entrar en Estados Unidos por la puerta grande ya supone para el marqués de Griñon «cumplir un verdadero sueño, sobre todo después de 30 años de trabajo. Además, estoy encantado porque hacen una distribución con un control muy riguroso, pues LVMH no es un mero distribuidor, sino un socio que va a construir la marca Pagos de Familia líder en el segmento de vinos de calidad en EE UU».

Que LVMH escogiera sus vinos no es casualidad, pues como él mismo explica «me dijeron que habían elegido nuestros vinos porque al ser una marca pura, los caldos tenían una personalidad muy diferenciada. También creo que ayudaría el hecho de que el año pasado la revista Wine Spectator nos colocó líder entre todas las bodegas españolas». -¿Qué vinos ha elegido la distribuidora en Estados Unidos?

-Los de Pago, que allí se llamarán wine states: el Emeritus, el vino top de la bodega (60 euros); el Dominio de Valdepusa, que ostenta denominación de origen propia (40 euros), con todas sus variedades (Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Petit Verdot, Syrah y Merlot) y el Summa. Todo esto representa un volumen de 330.000 botellas al año, de las que en 2006, un 25 por ciento irá a EE UU.

-Con esta perspectiva tendrá que plantar más viña.

-Está previsto. Pero la idea de desarrollar una marca implica poder controlar la calidad muy de cerca. Los vinos de Pago hay que mimarlos, son algo especial.

-¿Qué supone para usted hacer vino?

-Es un modo de vida, algo que me absorbe y, económicamente, también importante. Soy viticultor y agricultor y hacer vino es la forma más elevada de agricultura, porque trasciende la pura alimentación para convertirse en un producto que despierta pasiones, que te sobrevive y que tiene algo de mitológico. Me hace feliz.

-Me han dicho que cuando llega el tiempo de vendimia, está todo el día por las viña probando una uva de aquí, otra de allá para ver si están maduras.

-Me encanta pasear y cuando llega esa época me llevo al enólogo y catamos montones de uvas para controlar su maduración.

-¿Tendremos un día los españoles un marketing de vinos tan bueno como el francés?

-No lo sé, pero de momento el que el grupo LVMH nos haya elegido supone un éxito para nuestra empresa y para el vino español de alta calidad, que está entrando en EE UU por la puerta grande. Después, seguramente, vendrá el mercado asiático y tal vez llegue un día en que me distribuyan el aceite de Pago Capilla del Fraile del que me siento tan orgulloso. Lo que nos falla a los españoles es desarrollar marcas potentes. Se ha insistido mucho en las denominaciones de origen, que está bien, pero eso es sólo una referencia. Lo que más se valora en EE.UU. son las marcas potentes.

-¿Su próximo proyecto?

-Transformar la bodega para hacer enoturismo. Montar una cocina, traer a los grandes chefs, hacer maridajes vino-platos, enseñar la viña y el jardín (300 especies naturales del Mediterráneo), hacer catas y sacar un vino en Rioja con la uva Graciano que es el mejor vino que he hecho y que saldrá al mercado en 2007.