Los miramientos de la gente
Actualizado: GuardarGermán Coppini trataba de advertirlo hace más de 20 años, pero nadie le hizo caso. Aquel gallego triste y sus Golpes Bajos ya recomendaban evitar la mirada de otras personas. Dos décadas después, el mensaje sigue intacto, reforzado quizás. Dos cadáveres, como macabra media, ha dejado la violencia cada día en lo poco que va de año en España. Como si el personal tuviera las ganas atrasadas después de las dos semanas de impostada paz navideña. Muertes provocadas por armas blancas y de fuego, por violencia callejera y doméstica. Gitanos y payos (qué distintas las historias según quién sea el que atropella y quién el atropellado). Empresarios con pistola en casa y joyeros desamparados. Delincuentes llegados del frío y de la periferia. Peleas laborales y pasiones envueltas en lencería modesta. Con drogas o cubatas. Por venganza, por celos y por que sí. A la salida de colegio, en el paseo diario y de camino al trabajo. La violencia come de todo y cada vez tiene más hambre. Hasta en Alcalá de los Gazules se paró a tomar algo. El temor y el colmillo se ven en las pupilas del personal, en el semáforo y en el mercado.
«No mires a los ojos de la gente, me dan miedo, siempre mienten» decía la canción de aquel gran cuarteto que permanece olvidado mientras la bulimia de las productoras recupera estafas eternas como Hombres G y Mecano con tal de que la cuenta de ingresos siga tan rellenita como antes de que se inventara internet.
El mensaje de la copla sigue intacto, puede que agravado. Los nuevos jóvenes de barrio, que ahora están motorizados y conectados, van en su ciberburra tuneada buscando ojos que desafiar con los suyos. Los maduros de piso y adosado miran del flequillo a los pies a casi todo el mundo, desconfiados. Se ha perdido el arte de mirar. La mayoría lo hace con una grosera fijación, buscando, propiciando, esperando una provocación que dan por hecha. Mejor seguir el consejo de la canción, ahora que casi todo el mundo está asustado. Nunca somos más agresivos que cuando creemos defendernos y ahora casi todo el mundo cree que tiene motivo.
Sólo el arte y la cultura, el cine, la literatura, la música en cualquier variante, el entretenimiento activo y creativo rescatan a la gente de tanta sordidez, lástima que en Cádiz haya un poco menos del necesario.
¿Cuánto cuesta la expectación?
Eso sí, el Ayuntamiento de Cádiz hace lo que puede, o eso dice. Valora su esfuerzo en la promoción de la cultura en miles de euros, en porcentajes. Con esa tabla de medir es imposible atender otros criterios, otras impresiones. Resulta difícil cuantificar el estancamiento, incrementar un tercio de imaginación, aportar 2.345 unidades más de riesgo en la programación, solicitar un 20% más de nuevas iniciativas, rebajar en una quinta parte el sectarismo políticos. Los números no valen... ¿o sí? Depende de la ocasión. Cuando a un diputado, delegado, consejero o concejal le interesa decir que está muy comprometido con la cultura local, suelta una cifra, un tanto por ciento, un presupuesto.
Cuando se le pregunta por las pérdidas presupuestarias de un festival de cine o teatro, por el número exacto de asistentes a las sesiones o por número de entradas vendidas en cualquier espectáculo celebrado en un recinto público, te niegan el dato con la frase «la cultura no puede medirse en cifras». Cuando unos dígitos les convienen -digo yo, porque tampoco nadie se va a poner a analizar virtudes y defectos de unos datos tan manipulables como aburridos- pierden el trasero por declamarlos. Desgraciadamente, a nadie interesa ese casamiento entre dinero y carteles. Los desvelados por la cultura local hace tiempo que asimilaron la desconexión entre una oferta digna y el dinero que se le eche. A los demás, que son legión, les resulta tan interesante como el libro de instrucciones del microondas. Entre unos y otros permiten la supervivencia de tanto pesebre en la Diputación, la Junta y los consistorios.
El próximo chollo
Por cierto, la competencia por conseguir el próximo sillón con nómina (el del centro de arte contemporáneo) sigue abierta. Un concejal y dos profesionales de la cultura gaditana están jugando sus cartas. Curiosamente, todos los aspirantes son mujeres. Una corriente de sentido común, que parece abrirse paso en los corrillos oficiales, propone un proceso de selección serio entre personas con experiencia real y prestigio contrastado. Por el bien de la oferta cultural gaditana, ojalá triunfe esa propuesta. Eso sí, incluso en ese grado de mayor exigencia, una de las que se postula desde Cádiz parece una opción válida.
Cuestión de nombres
Sin salir de los proyectos culturales en la ciudad de Cádiz, parece que gana terreno la iniciativa de bautizar al futuro Centro Flamenco de Santa María con el nombre de Enrique El Mellizo. Urbanismo confirmó que estará listo en el segundo trimestre de 2006 (con diez meses de retraso). Cultura dice que abrirá después del verano (con 14) pero, en cualquier caso, abrirá sus puertas en el mismo año que se cumple un siglo de la muerte del mayor cantaor de la rica historia flamenca local. Parece, por tanto, una buena idea. Lo que no resulta tan brillante es mantener el Gobierno Militar con ese nombre. El teniente general Mena se ha convertido en el mejor aliado de Manolo Ruiz Torres a la hora de defender que el edificio, que va a ser sede oficial de la gestión municipal de la cultura gaditana, no puede tener esa denominación tan antigua, chirriante, casposa y evocadora (para mal). Aunque la gente llamará así al edificio de forma coloquial durante varios lustros, podría rendirse algún hermoso homenaje con una nueva rotulación, seguro que hay una docena de opciones válidas.
Mercado tradicional
Ahora que el personal anda recorriendo tiendas y escaparates, parece buen momento de recordar dos comercios tradicionales. La vieja y recordada juguetería Coimbra -concretamente la fachada que da a la calle Cervantes- será rehabilitada tras dos décadas de abandono del local. Un grupo de esos ejemplares promotores que siempre están saliendo en los periódicos van a convertir el enorme local en garajes y oficinas. Por otro lado, el tradicional Bar Stop va a registrar un subidón de clientela. En la finca que está ubicada justamente enfrente, de nueva construcción, se va a instalar un mercado de abastos, de titularidad privada que vendrá a ocupar el papel del Mercado de San José, que ya tiene fecha de cierre. Ese traslado servirá para adecentar los locales y para trasladar algo de vida ciudadana hacia Puntales, Loreto, Barriada de La Paz e incluso Zona Franca. Grandes proyectos institucionales (soterramiento, nuevo estadio Carranza y traslado del Hospital Puerta del Mar) unidos a la iniciativa privada (mercado de abastos en Segunda Aguada, nuevo tanatorio, pequeños negocios de hostelería...) parecen impulsar la última expansión ciudadana de Cádiz, que cada vez alcanza con mayor intensidad terrenos hasta ahora industriales y, por tanto, inhóspitos.
Oriéntame
Hablando de lugares hospitalarios, un grupo de gaditanos, en cuyo buen gusto y buen apetito se puede confiar, está trabajando en una nueva guía gastronómica, comercial, hostelera y turística de la provincia. El proyecto tiene buena pinta, cuenta con un serio respaldo editorial y parece merecer expectación.