Bush y Merkel
Actualizado: GuardarLa primera entrevista entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente estadounidense, George W. Bush, se ha desarrollado en la línea de lo que se esperaba. Como ha dicho la propia Merkel, se ha abierto un «nuevo capítulo» entre los dos países y la verdad es que el encuentro entre ambos mandatarios ha permitido constatar incluso un cambio en la Administración republicana; al menos a tenor de las palabras del propio presidente, que llegaba a afirmar que «Alemania es vital para los EE UU porque es el corazón de Europa».
Desde su reelección, enfrentado a problemas diversos y a una difícil situación en Irak, el presidente norteamericano ha dado un giro quizás no aparatoso pero desde luego sí visible hacia un cierto pragmatismo en los asuntos internacionales. La Casa Blanca apuesta ahora por un recurso más claro y frecuente al multilateralismo, algo que se puede atribuir en buena parte al acceso de Condoleezza Rice al Departamento de Estado. Y este cambio de actitud no puede llegar en mejor momento, con la cuestión iraní complicándose día tras día. Por el momento, Bush ha hecho un llamamiento a la concertación con sus aliados para estudiar procedimientos y objetivos comunes, y Angela Merkel se ha mostrado totalmente cooperadora en el asunto crucial del programa atómico del régimen de Teherán. Ahora bien, la canciller ha matizado sin complejos ciertos aspectos, especialmente el cómo proceder. Merkel ha pedido respeto para los criterios de la UE y que «nadie se encierre en su torre de marfil». De hecho, la buena sintonía entre los dos líderes no impidió que la firme mandataria alemana mostrase su disconformidad respecto de métodos antiterroristas como la cárcel de Guantánamo.
Merkel ha encarrilado la relación bilateral y el presidente Bush ha quedado visiblemente satisfecho del encuentro mantenido, pero Berlín entiende que la cooperación con Washington debe extenderse a muchos capítulos, también al comercial, por ejemplo, y no limitarse a temas de seguridad. Adiós, pues, al tono Schröder -para quien un inteligente Bush tuvo palabras gratas de recuerdo y estima pese a los desavenencias- pero sin que ello implique, en absoluto, un cheque en blanco. Alemania y EE UU pasan una página de sus relaciones y se muestran dispuestos a seguir escribiendo otras muchas. Las difíciles decisiones que se avecinan dirán con qué tono lo hacen.