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Manuel Fraga. AFP
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Fraga, el político en activo más veterano en Europa

El hasta hace unos meses presidente de la Xunta ha reducido tras las elecciones autonómicas su maratoniano nivel de actividad

EFE | SANTIAGO DE COMPOSTELA
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Manuel Fraga, el político en activo más veterano en Europa, con 83 años, deja hoy el liderazgo del PP de Galicia tras una abrumadora biografía de su etapa en la Comunidad, cargada de actividad, libros, viajes o frases que forman ya parte del patrimonio político nacional, dada su probada capacidad para generar polémica.

El hasta hace unos meses presidente de la Xunta ha reducido tras las elecciones autonómicas su maratoniano nivel de actividad, al haber abandonado las responsabilidades de Gobierno, y prepara las maletas para abandonar Galicia e instalarse en la primavera en Madrid como senador por designación autonómica. Más relajado desde las elecciones, sigue muy de cerca la actualidad, rodeado de diarios españoles y extranjeros, y dedica prácticamente todas las tardes a leer.

También escribe el tercer tomo de sus memorias, "Final en el Finisterre", en un piso en el casco viejo de Santiago, lejos de la residencia oficial que le acogió los últimos años y en el centro de la "movida", una de las zonas de copas de los universitarios compostelanos, ruido al que le costó trabajo acostumbrarse.

En épocas en que su temperamento era más abrupto que ahora, el que fue ministro de Francisco Franco, luego padre de la Constitución, jefe de la oposición y más tarde presidente gallego con aplastante mayoría en cuatro ocasiones, solía acompañar alguna frase controvertida con la coletilla "Y punto".

Ciclón Fraga

Y es que el "ciclón Fraga", uno de los innumerables calificativos que mereció por su fuerte carácter, se mantuvo hasta el pasado verano en la Xunta, incansable y hasta terco, según admitieron algunos colaboradores cuando se negó a reducir su agenda en momentos en que tuvo problemas de salud, que no le impidieron que se volviese a presentar a las elecciones de junio, con 82 años.

A Fraga se le ha llegado a achacar una cierta actitud contradictoria ya que, pese a su vehemencia conservadora durante la transición, desde su tierra propugnó reformas territoriales frente al criterio del PP o tomó decisiones consideradas extravagantes en algunos sectores, como viajar a Cuba, Irán o Libia, o traer a Fidel Castro a Galicia, que su partido aceptó a regañadientes.

Probablemente su faceta de hombre trabajador hasta el extremo y su imagen de honrado, que presumía de viajar en clase turista, ha hecho que sea admirado y hasta venerado por un importante sector de la sociedad y la política.

Pero otra parte de la sociedad, especialmente la generación política de los 60 y 70, víctima de la represión de aquellos días y, en general, la izquierda, no le perdona su vinculación a la dictadura y le atribuye un carácter autoritario, el que desveló con la frase de "la calle es mía".

Crisis y sustitución

El hombre a quien, según frase atribuida a Felipe González, le cabía "el Estado en la cabeza", no supo o no quiso resolver hasta pasadas las elecciones su sucesión, que finalmente queda hoy cerrada desde el PP en la oposición, con la elección de Alberto Núñez Feijóo como presidente del PP gallego y candidato a la Xunta.

El "León de Villalba", su pueblo natal, rugió en política nacional, y tras lograr su sueño de una "mayoría natural" en torno al PP, su siempre irascible carácter no ha impedido que desde su llegada a Galicia moderase gradualmente el tono, sin abandonar las esporádicas, aunque ruidosas, incursiones en la polémica.

Públicamente mostró en varias ocasiones su rostro humano al llorar, emocionado, ante cámaras y micrófonos durante sus discursos, y algunas recaídas en su estado de salud, incluida la retransmisión en directo de su desmayo en la tribuna del Parlamento, han ofrecido una imagen menos dura que la de aquel rudo hombre de tirantes y sombrero tirolés que protestaba airado en el Congreso contra la subida del precio del garbanzo.

Durante su trayectoria en Galicia, tuvo que sortear graves conflictos, como el hundimiento del petrolero "Prestige", una catástrofe en la que algunos ven el origen de que decidiese finalmente volver a presentarse como candidato a la Xunta.

Los equilibrios que tuvo que mantener tras la crisis del PP gallego, surgida tras la destitución del que en tiempo se creyó delfín, José Cuiña, a raíz del accidente, le pudieron haber decantado a mantenerse en política hasta los pasados comicios.