La sonda 'Stardust' regresa con polvo de cometa que aclarará el origen de la vida
El domingo aterrizará en EE UU tras un viaje que ha durado siete años
Actualizado:Se llama Stardust y está a punto de hacer historia. El próximo domingo 15 de enero, esta sonda pondrá punto y final a un periplo espacial sin precedentes de 4.500 millones de kilómetros que ha durado casi siete años.
Como regalo, la nave lanzará una ligera cápsula repleta de unas muestras de partículas interestelares, «robadas» a un cometa durante su aventura, con las que los científicos esperan aportar más claves sobre el origen de la vida y el Sistema Solar. Después, concluido este cometido, el ingenio de la NASA pondrá rumbo a su última escala, el Sol, para convertirse, precisamente, en lo que su nombre indica, en polvo de estrellas.
La apasionante historia del Stardust escribió su primer capítulo el 7 de febrero de 1999. Ése día, tras una larga puesta a punto, la Agencia Espacial Norteamericana ponía en órbita su primera misión destinada a recuperar materia extraterrestre de un objeto cósmico situado más allá de la Luna. La NASA perseguía la recolección del fino polvo que rodea al núcleo de un cometa, para estudiar sus moléculas e identificar los ingredientes originales que formaron la Tierra, Marte y los demás planetas.
Más antiguos que el Sol
«Ha sido una oportunidad fantástica. Confiamos en que estas partículas sean más antiguas que el propio astro rey. Podríamos considerar estos objetos como la biblioteca de nuestra historia», dijo Donald Brownlee, director científico de la misión.
Muchos investigadores creen que fueron estos cometas, que giran periódicamente alrededor del Sol, los que trajeron a nuestro planeta el agua y las primeras moléculas orgánicas, y eso es lo que Brownlee y su equipo quiere corroborar ahora.
Pero, antes de que llegue ese momento, las muestras deben aterrizar sanas y salvas. La NASA guarda demasiado fresco en la memoria el recuerdo de la misión Génesis falló en el último momento, agrietando el cilindro que contenía las partículas solares recogidas por la sonda.
En principio, todo está preparado para que la historia no se repita, aunque lo cierto es que el ingenio realiza gran parte de la maniobra de forma automática y el éxito o el fracaso depende en gran medida de su programación.
Alta velocidad
La nave se irá acercando a nuestro planeta, hasta que, al llegar a unas coordenadas preestablecidas, soltará la cápsula, de poco más de 45 kilos de peso. A partir de ahí, cada uno seguirá su propio camino. Stardust caminará hacia su ocaso en dirección al Sol, mientras que las muestras en cuestión se precipitarán hacia la atmósfera a más de 45.500 kilómetros por hora, la velocidad más alta, según prevé la NASA, jamás alcanzada por un objeto creado por el hombre para atravesar esta capa de la Tierra.
Una enorme bola de fuego, tan brillante como Venus, será vista en varios estados norteamericanos. Cuando ésta se encuentre a 30.500 metros llegará el momento decisivo, en el que deberán desplegarse los paracaídas necesarios para frenar el desplome.
Entonces, se supone, si el parapente ha hecho su trabajo, la cápsula se posará plácidamente, a menos de 20 kilómetros por hora en algún punto del desierto de Utah. Varios helicópteros del Ejército y personal especializado de la base espacial de Houston aguardarán el aterrizaje para poner rápidamente a buen recaudo los valiosos tesoros cósmicos. A partir de entonces, la comunidad científica tendrá la última palabra. ¿Sabremos algo más de cómo se formo nuestro Sistema Solar? La verdad se llama Stardust.
Una 'raqueta' para atrapar muestras
La nave automática Stardust fue diseñada y construida por el Jet Propulsion Laboratory, los mismos responsables, entre otros, de los todoterrenos Spirit y Opportunity, que ofrecieron datos espectaculares sobre Marte. El 2 de enero de 2004, tras cinco años de vuelo, la sonda espacial alcanzó su objetivo, el cometa Wild 2, una inmensa bola de hielo y roca de más de cinco kilómetros de longitud.
Stardust se acercó a 240 kilómetros de distancia y a una pausada velocidad de 6 kilómetros por segundo se convirtió en el primer ingenio en tomar muestras de la estela de un cometa. Lo hizo a través de un dispositivo similar a una raqueta de tenis, impregnada de un aerogel, que le sirvió para atrapar esas decenas de miles de partículas de polvo cometario. La nave también demostró, gracias a sus cámaras y para asombro de la comunidad científica, que la superficie del Wild 2 estaba complejamente horadada por el impacto de miles meteoritos.