Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizActualidad
OPINIÓN

Frágiles de memoria

EDUARDO LUMPIÉ<br> <br>deportes@lavozdigital.com/
Actualizado:

Cuando leo algo sobre las instalaciones deportivas de El Rosal no puedo dejar de acordarme del hombre al que un día le dio por comprar aquellos 80.000 metros cuadrados, para ocio y club social, de la por él mismo fundada Peña Cadista. Él fue el hoy bastante olvidado Manuel de Diego Moreno.

No deja de ser una verdadera lástima que los gaditanos seamos tan frágiles de memoria y que rápidamente olvidemos a las personas que hicieron algo por su tierra. Y que si no eran nacidos aquí, éste no es el caso que nos ocupa, vinieron de otros lugares y también trabajaron por Cádiz.

A muchos de los que hoy llenan el estadio Carranza para ver a su equipo en Primera División no les sonará el nombre de Manolo de Diego. Esto es normal, ya que cuando en la temporada 77/78, y siendo presidente del club, ascendía por primera vez en su historia a la Primera División, muchos de ellos aún no habían nacido o contaban con escasos años de edad. Pero para ello existe el recuerdo. La verdadera historia de Manolo de Diego es que durante varios años fue aspirante a la presidencia del Cádiz, y unas veces José Antonio Gutiérrez Trueba y otras Vicente Alonso, dieron al traste con sus ilusiones. Esto le llevó a fundar la Peña Cadista, a la que muchos de sus detractores llamaban la Peña Anticadista. Y todo porque Manolo de Diego procedía del Balón de Cádiz y por aquellas fechas no existía buena armonía entre ambos clubes. Aunque el recordado Pedro Fernández, su presidente, siempre estaba dispuesto a ofrecerle al Cádiz cualquier jugador que le pudiese interesar, como así hizo en varias ocasiones.

Me consta que Manuel de Diego no dejó los terrenos de El Rosal en buena situación económica, pero los dejó al Cádiz, los cedió al primer equipo de la ciudad. Muchas veces me he preguntado qué hubiese pasado si Manolo no hubiese cometido la locura de adquirirlos y poner en los estatutos de la peña aquella cláusula de que si la peña desaparecía, esos 80.000 metros cuadrados pasarían a ser del Cádiz -algo de lo que muchos de sus amigos trataron de disuadirlo-. De lo que sí estoy seguro es de que el Cádiz no dispondría hoy de unas instalaciones que, sean de quien sean -de la Diputación o del club- ahí están, para disfrutarlas y explotarlas. Y no digamos nada de la revalorización que en la actualidad ha tomado.

Por todo ello sería de verdadera justicia que algo de este complejo llevase el nombre de Manuel de Diego. Bien uno de los campos de fútbol o algún monolito que lo perpetuara para las venideras generaciones.

Manolo se lo merecía.