Turismo religioso de alto riesgo
Actualizado: GuardarLa doctrina de Mahoma no surgió de la nada en pleno desierto: aspiraba a ser una reforma de libros sagrados anteriores al Corán. El propio profeta dice en sus aleyas que cuanto le fue revelado por Alá, su Dios, le fue anteriormente desvelado a Abraham, Ismael, Isaac, Jacob, Moisés y Jesús. Cuando se observan las similitudes y diferencias en la historia de Adán y Eva entre la Biblia y el Corán se comprueba que ambos textos afirman que sucumbieron ante las tentaciones de Satán. Pero mientras la Biblia asegura que Eva es tentada por Satán en forma de serpiente, el Corán no menciona a ese animal y dice que Satán tentó a ambos. Y en la Biblia, la sangre del Hijo debe ser derramada para reconciliar al hombre con Dios por el pecado original, mientras, en el Corán, Dios no necesita un derramamiento de sangre humana para perdonar, pero sí el sacrificio de animales.
Con el resultado de casi quinientos muertos, ayer se celebró en La Meca el ritual de castigo a Satán, que marca el primer día de la fiesta musulmana, de Aid al Adha, comienzo del peregrinaje anual que acaba con el sacrificio de millones de corderos en el mundo islámico. Consiste en lanzar siete guijarros al día durante tres días contra cada uno de los tres pilares donde, según la creencia, Satán se apareció a Abraham, luego a su esposa, Hagar, y después a su hijo. Para mostrar su desprecio, la familia del patriarca le lanzó en cada ocasión siete piedras. Pero el sacrificio que Dios le pidió a Abraham, según los musulmanes, no fue el de su hijo Isaac, habido con su esposa Sara, sino el de Ismael, hijo que tuvo con la esclava Agar y padre de los pueblos árabes.
El satánico sacrificio que hoy imponen Arabia Saudí y la fe islámica a los que peregrinan a La Meca no es el de los animales, sino el de los centenares de musulmanes que mueren cada año por avalanchas humanas. Es un rito en el que el previsible fanatismo debería obligar a las autoridades a tomar medidas excepcionales de seguridad.