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'Crash'denuncia el racismo cotidiano en Los Ángeles

Paul Haggis retrata en un drama coral a una sociedad, atenazada por el miedo, protagonizada por Matt Dillon

FERNANDO BELZUNCE/
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Antes de volver a trabajar con Clint Eastwood en Flags of Our Fahers, ese llamativo proyecto que contará la II Guerra Mundial desde el punto de vista norteamericano y desde el japonés, el guionista de Million Dollar Baby, el canadiense Paul Haggis, quiso probar por libre y meter aún más miedo en las calles de Los Ángeles. «Vivimos en una sociedad regida por el miedo, donde gente como nuestro presidente utiliza ese factor para controlarnos y los medios de comunicación de masas para manipularnos. Quería analizar cómo ese miedo repercute en nosotros y distorsiona el modo en que percibimos el mundo que nos rodea», explica el director de Crash.

En su intento por mostrar semejante estado de desconfianza y paranoia, Haggis une en un accidente de coche a un grupo variopinto de personajes -un policía veterano y racista, su compañero novato e idealista, una dama de la alta sociedad, un fiscal corrupto, un tendero iraní, una pareja negra adinerada...- a los que un simple azar del destino sumerge en un viaje inesperado de 36 horas en el que mostrarán la rabia y el racismo que se cuecen lentamente en el hervidero de Los Angeles.

Un reparto de lujo, en el que figuran nombres como Matt Dillon, Don Cheadle, Brendan Fraser, Sandra Bullock y Ryan Phillippe, se presenta como el gran atractivo de esta violenta cinta que toma el testigo de dramas corales como Magnolia, 21 gramos y el padre de todos ellos, Vidas cruzadas.

Al igual que estos títulos, Crash presenta una estructura narrativa cruzada, de modo que el espectador asiste a las constantes entradas y salidas de personajes, desconocidos entre sí, cuyas vidas se entrelazan de forma fortuita en algún momento de la narración. «La escritura de este guión es en verdad muy complicada», opina Matt Dillon, que encarna a un feroz policía al que la ira le desborda.

«Nada es lo que aparenta ser y nada suena a rutinario o previsible. Nada es negro o blanco. La gente puede ser buena y también mala, y esa es una de las cosas que me gustaron del guión. Se trata de un gran reparto de conjunto, una historia que cuenta con muchos protagonistas y que, sin embargo, no se te olvida ninguno. Puede que no estén mucho en pantalla, pero no hay ni un segundo malgastado de ese tiempo en que aparecen. Aprendemos mucho acerca de todos ellos», afirma el actor, que pronto saldrá en pantalla en la piel de un escritor alcohólico y mujeriego en Factótum, adaptación del libro de Bukowski.

Guerra de clases

El robo de un lujoso automóvil es el desencadenante de los acontecimientos, una excusa narrativa que no es fruto de la casualidad: a Paul Haggis le robaron su vehículo a punta de pistola en Los Ángeles, así que se obsesionó por la seguridad.

Años más tarde, decidió escribir sobre ello desde la perspectiva de los delincuentes. «Llevaba viviendo en Los Angeles veinticinco años, siendo testigo de nuestro propia y sutil guerra de clases. He comprobado de cuántos modos distintos nos discriminamos los unos a los otros cada día, cómo lo racionalizamos y lo excusamos, cómo organizamos nuestras vidas para no tener que sentirnos involucrados y cómo negamos que existan problemas raciales. Pero no supe cómo escribir este guión hasta que llegó el 11-S. Porque la película no habla en realidad de racismo o clases sociales, sino del miedo al extraño», reflexiona el director.

«Si al ver este filme no has visto un trozo de ti mismo, eres un mentiroso, un absoluto mentiroso», concluye Sandra Bullock, que aparca sus comedias comerciales para dar vida a la esposa del corrupto fiscal del distrito encarnado por Brendan Fraser.