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MILENIO

Qué hacer

JUAN TEBA/
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Es evidente que el IRPF, como impuesto, es un arma cargada por el diablo cuya línea de tiro, además, es tan errática como imprevisible. Por todo y por más causas, además, en sus cachas figuran numerosas muescas con nombres de políticos, de la izquierda y del centro reformista, pues de derechas nadie se proclama en la cancha política, aunque esa visión conservadora de la vida, temerosa ante la eternidad, desahogada e insaciable con respecto a los bienes materiales y de doble moral con lo concerniente al sexo, atraviesa en estos tiempos una vitalidad esplendorosa por doquier.

Porque es complicado encontrar a un representante político que no tenga sus cejas chamuscadas y sus dedos oliendo a pólvora por mor de ese IRPF que graba directamente los ingresos del personal en activo de nivel medio. Los de nivel alto y altísimo están en otra vaina, con permiso de la Agencia Tributaria y del doctor Solbes.

Lo tenemos ahora presente con una diafanidad de paisaje caribeño en la España del debate sobre la financiación autonómica. Ilustres políticos que decían no en la oposición a la oferta gobernante de ceder el 50% del IRPF a las autonomías; ilustres políticos de aquí y de allá, que cuando pasaron la oposición rechazaron y rechazan lo que proponían, entre otras razones porque, paralelamente, sus adversarios políticos decían no cuando estaban fuera del poder, y ahora incluso proponen la vieja fórmula con un entusiasmo enternecedor.

¿Qué puede hacer la ciudadanía para sobrellevarlo? Coser y cantar y pagar sus impuestos. Bueno, es lo que diría el doctor Solbes si le preguntaran al respecto. ¿Y cómo replicaría el incansable Arenas? Pues es probable que teorizando sobre la cuadratura del círculo y la influencia de las termitas en la cultura de las nuevas generaciones. Como la doctora Magdalena Álvarez y el presidente de la Conferencia Episcopal. Porque no hay nada más segui(d)o que el poder.