LA COLUMNA

El clima y el lenguaje de las ranas

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La mitad de los científicos lleva años intentando convencer a los políticos de que el cambio climático no es un camelo como intenta demostrar la otra mitad de la comunidad científica. Y los políticos, claro, hacen caso a los que dicen lo que más les interesa oír, a saber: «No hagan ustedes caso de los catastrofistas; no se puede demostrar científicamente que exista un cambio climático provocado por la mano del hombre». Entonces, los políticos le dicen a sus asesores que echen cuentas. Y estos les contestan: «Si reducen ustedes las emisiones de gases a la atmósfera encarecen la producción y pierden los votos de los empresarios que tengan que invertir más y de los trabajadores que se queden sin empleo; y los resultados los van a ver los ciudadanos dentro de dos generaciones. En cambio, si no las reducen, no les van a votar los ecologistas en las próximas elecciones, así que ustedes deciden».

Los políticos, con la vista puesta en las urnas inmediatas, ya se sabe lo que han decidido: marear la perdiz. Eso hicieron ayer en Sydney los ministros de Estados Unidos, Australia, China, Corea del Sur e India, ninguno de los cuales firmó el Protocolo de Kyoto, que junto a Japón generan en conjunto el 48%de las emisiones de gases contaminantes.

A ver si con un poco de suerte esos políticos leen la revista científica Nature y, mientras siguen discutiendo, se enteran de que las ranas arlequín de Costa Rica llevan meses tratando de alertarnos con su croar de que el cambio climático es tan cierto que las está matando. Las ranas son más sabias que muchos científicos. Por una comedia que lleva ese título, Las ranas, escrita por Aristófanes en el 405 a. de C. nos enteramos de que Esquilo, el tolerante, y Eurípides, el siniestro, litigaron sobre quién de los dos era el mejor trágico. ¿Cómo no vamos a enterarnos 25 siglos después, por su lenguaje, de qué científicos son los mejores, si los catastrofistas o los dontancredistas?