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Mena, arma política del PP

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Las declaraciones leídas el pasado viernes en Sevilla con motivo de la Pascua Militar por el teniente general Mena no parecían ayer «inevitables», ni siquiera para el portavoz del PP, Gabriel Elorriaga, quien se había anticipado a emplear ese adjetivo el mismo día de autos con el presumible deseo de sugerir que el Gobierno socialista estaba colmando el vaso de la paciencia castrense. Elorriaga lamentaba ayer la interpretación dada a sus primeras opiniones y dijo que «nunca el PP ha tratado de asumir ni de respaldar que un militar haga declaraciones de contenidos políticos».

En la misma línea estaba ayer Rajoy, a los tres días justos del suceso. Pero tras afirmar el líder popular que «estas declaraciones (las del teniente general Mena) no se debieron hacer, y no se pueden hacer, y no son propias de un responsable militar», lanzó una pregunta de sintaxis en cierto modo envenenada, extrayéndole al verbo haber, que actuaba como auxiliar del verbo ocurrir, la fuerza que produce un efecto irremediable. «¿Qué ha ocurrido para que hayan tenido que hacerse esas declaraciones?», se preguntó Rajoy abocetando una situación política perturbadora. Pero ¿han tenido que hacerse realmente o podrían haberse evitado? El «hayan tenido que hacerse» de Rajoy indicaría que eran ineludibles.

Según el PP, quienes deben responder ante el Parlamento de las declaraciones del teniente general Mena son el ministro de Defensa y el presidente del Gobierno. Pero en la generalidad de los partidos, a excepción del PP, se subraya cierta ambigüedad en las declaraciones populares, por lo que sería este partido el que debiera explicarse en el Parlamento. Sea como sea, el asunto se ha convertido por el PP en una nueva lanza para alancear al Gobierno, aunque en esta ocasión no parece que vaya a producirse ningún deterioro, ya que la sociedad española recordará durante muchos años el gravísimo problema militar que ha padecido el país en los dos últimos siglos.

Por las cartas de ánimo que algunos diarios publican de militares en la reserva, se tendría la impresión de que el teniente general Mena atrae la simpatía de muchos de sus compañeros no precisamente en activo. Este juego de adhesiones epistolares ya se dio a fines de los años 70 y principios de los 80 para crear la imagen falsa de un ejército poblado de golpistas. Y claro que había golpistas, de los que Tejero es el ejemplo residual de una especie en extinción o extinguida totalmente. Y en este sentido, Mena ni es un desestabilizador ni un rebelde; sería simplemente un infractor de la disciplina militar, por lo que sufre arresto domiciliario y cese en su cargo.

Asegura Bono que el teniente general es un grano que no hace granero, y desde algunos partidos se recomienda al PP que en su estrategia de desestabilización política no utilice argumentos que supusieran una desestabilización democrática. Porque debe recordarse que la libertad sirve para que pueda hablarse de todo, para exponer todas las aspiraciones ideológicas o territoriales, pero los textos que se negocian y debaten no son definitivos hasta que el BOE los publica. Y antes de su publicación, para velar por su encaje en el marco de la Constitución, hay un Tribunal, el Constituciosnal, contra cuyo dictamen no hay ley ni estatuto que valgan. Es posible que el teniente general Mena tenga más fe, como medidas disuasorias, en la contundencia de las armas que en las sentencias judiciales, pero éstas son las únicas que funcionan en nuestra recuperada democracia.