LOS PELIGROS

Un plazo para el puente

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Lo sustancioso de la noticia es que la ministra de Fomento se ha comprometido a empezar las obras del segundo puente dentro de este nuevo año. Que en los Presupuestos haya una partida para ello, aunque probablemente apenas sea lo justo para la licitación, le da una indudable credibilidad a sus palabras. Negar, a estas alturas, la voluntad de realizar la obra no parece muy razonable, pero ese era hasta hace muy poco el discurso del Ayuntamiento de Cádiz. Ahora, que parece evidente que una Administración central gobernada por socialistas va a iniciar la obra, se dice que la ministra lo hace contra su voluntad, porque ya existe el proyecto, y que van a atrasar la obra por intereses electorales. Esta reacción de la alcaldesa de Cádiz al anuncio es preocupante. Pero aún lo es más que cuestione la legitimidad de una ministra porque ese cargo es designado (a dedo, dice) por el presidente y no conseguido directamente en unas elecciones. Podría entenderse que esta crítica al sistema la haga una anarquista en defensa de una democracia asamblearia pero no alguien que, hace un mes, hacía alarde de sostener la Constitución, donde queda bien claro lo legítimo y democrático de ese cargo, y de otros de elección indirecta, incluido el de alcaldesa, que no eligen los ciudadanos por sí mismos sino los concejales elegidos por aquellos. No es cierto tampoco que la ministra de Fomento no haya tenido nunca cargo de representación, como afirma y ha recogido ya algún periodista afín, siendo ahora mismo diputada nacional y, durante cuatro años, compañera de la propia Teófila como diputada autonómica. Otra cosa es que no pudieran verse. Pero, se supone, la política sirve para no llegar a las manos, ni al insulto.

Parece pueril suponerle intenciones de simpatía o antipatía a las actuaciones políticas. No hay ningún político que odie a Cádiz, como si fuera el hincha de un equipo rival; y muy pocos que pongan en peligro su carrera por amor a Cádiz. Se toman decisiones, simplemente. Porque interesa tomarlas. Según las circunstancias, los políticos locales tienen más peso, o menos, en los engranajes de poder. Y la ciudad se aprovecha. La historia local está llena de proyectos que dejaron de atraer, que se abandonaron. No parece muy consistente que a alguien que decide seguir adelante con el segundo puente, porque así interesa, se le reproche hacerlo, en su fuero interno, con contrariedad, algo más propio del sicoanálisis que de la política. Tampoco se sostiene esa teoría de la conspiración para aplazar el inicio de las obras para hacerla coincidir con las elecciones municipales. En ese supuesto, ¿no es más rentable una obra en plena ejecución que el recuerdo de una primera piedra? La propia alcaldesa, para denunciar el atraso de la obra, declaraba a LA VOZ, hace justo un mes, que ese segundo puente se iba a licitar en el primer trimestre de 2007 y empezar las obras en el segundo semestre de ese año. Es decir, pasadas las elecciones. ¿En qué quedamos? ¿Quieren hacerlas coincidir o no? La alcaldesa puede modificar, en un sólo mes, sus previsiones sobre el inicio de la obra, pero si hacen lo mismo los socialistas ya «se están riendo de Cádiz». Muy justo. A pesar de estas incoherencias se sigue denunciando que Fomento atrasa el proyecto, que lo tiene ya terminado incluso. Una grave acusación que nadie cree necesario probar en esta práctica de las suposiciones insidiosas. Desde la adjudicación, se han hecho hasta cuatro proyectos distintos para ir asumiendo las distintas alegaciones para no afectar a las empresas del polígono de Río San Pedro, al futuro del puerto de la Bahía o a las expectativas de la industria naval, empezando cada vez casi de cero, con modificaciones de tanta dificultad como el tramo móvil o el subterráneo que distribuirá la circulación de coches en su conexión con Cádiz. No son obstáculos políticos a un proyecto que se cree propio, sino mejoras técnicas que repercuten en el futuro industrial de toda la Bahía. Ese trabajo extra de los ingenieros necesita más tiempo. Y, desde luego, respeto.