Cultura

Manuel Vera Borja y su cámara dan vida al poblado de Sancti Petri

La Casa de Cultura de Chiclana acoge desde hoy y hasta el día 22 de enero la muestra 'Sancti Petri, la última mirada', con 56 fotografías

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Del poblado de Sancti Petri queda bastante poco. En los años 30, sus habitantes llegaron con el sueño de ganarse la vida en un pueblo creado a partir de la nada y desaparecieron cuarenta años después con la misma rapidez. La intención del artista Manuel Vera Borja es recoger el testigo de las vivencias que dejaron los que allí habitaron y volver a darle vida a su memoria en la exposición Sancti Petri, la última mirada, que inaugura a las ocho de la tarde en la Casa de Cultura de Chiclana.

El último vistazo del artista madrileño está compuesto por 56 fotografías realizadas a finales de los años 90 y los primeros años del siglo. Además, Juan Carlos González-Santiago ha preparado junto a vera Borja un DVD de 15 minutos donde se explica la corta vida del pueblo, fundado para acoger a los miles de trabajadores de la almadraba y las factorías que nacieron a su alrededor.

«Mantuvo en su construcción un diseño muy popular, pero estaba preparado para ser autosuficiente con electricidad, agua corriente, iglesia, supermercado».

La historia del poblado terminó en los años 70. En aquellos años, Vera Borja no había llegado aún a Cádiz, donde reside desde hace más de 30 años, pero descubrió la historia por otros caminos. «Fue el libro Los panes y los peces, de Miguel Ángel García Argüez el que me abrió los ojos. Leí el libro, conocí el sitio, y desde entonces construí esta historia», admite el artista, que además ha preparado dos instalaciones con objetos del pueblo «para involucrar a los visitantes».

Un lugar «mágico»

Una vez descubierto el tesoro de «ese lugar mágico», descubrió que «las vidas de aquellos pescadores no debían perderse. Pedían que alguien les diera calor para dar el testimonio de lo que fueron. Esta última mirada habla de la desmemoria y la memoria, que es, al final, lo que nos hace ser lo que somos», dice. «García Argüez puso voz a los que allí habían vivido», sostiene. A partir de ese momento, comenzó la tarea de reconstruir la historia perdida del poblado. «Nos pusimos en contacto con Josefa, la viuda del último vigilante, por medio de la cual conocimos a más gente. Ellos nos han dejado sus fotos y sus recuerdos con las que hemos construido parte de la muestra». Con las fotografías de aquella época y las que ha tomado el propio Vera Borja, se establece un juego entre lo que fue el lugar y lo que es actualmente, medio siglo después.