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ARQUITECTO

Alberto Campo Baeza: «Cádiz debe ser consciente de su importancia cultural»

Cierra un año espectacular de premios y honores, uno más, y se embarca en otro en el que le esperan no menos satisfacciones: Una exposición en el MoMA de Nueva York, a primeros de febrero, clases en la Kansas State University, el comienzo de dos museos, en Granada y en Montenmedio, de una guardería para Benetton en Italia y esperemos que, por fin, empiece también Entre Catedrales, en Cádiz, y se concrete el encargo de San Sebastián, que sigue en el aire.

POR LALIA GONZÁLEZ SANTIAGO<br> <br>Directora de LA VOZ/CÁDIZ
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-Empecemos por hablar de sus proyectos y de su carrera.

-Por usar una expresión gaditana, creo que estoy en un momento de dulce. Me parece que no me merezco tanto reconocimiento, me asusta porque es un poquito excesivo. No obstane, lo agradezco muchísimo.

-¿En qué proyectos trabaja?

-Estoy haciendo dos obras fuera de España, importantes no tanto por la cantidad como por la calidad. En Estados Unidos, la casa Garrison, donde tuerce el río Hudson, frente a West Point, para unos clientes muy cultos y muy ricos. Tienen una impresionante colección de pintura, con rothkos, y con picassos, son gente que disfruta con la cultura. Es una casa fuerte, muy radical, un sueño que se está haciendo realidad. Creo que tendrá bastante repercusión. La casa me vino a través de Massimo Vignelli, que también hizo que Luciano Benetton me encargara la guardería para Treviso. Benetton tiene allí unas grandes naves, hechas por los Scarpa, muy bonitas. Son dos proyectos en el extranjero que marcan muy bien la situación en la que yo estoy. Decía Sota, que la arquitectura es una cosa de tiempo, que no es una labor creadora de gente muy joven. Puede haber un pianista joven brillantísimo, como ese joven gaditano, o escritores, pero la arquitectura requiere más tiempo, más madurez. En este momento, uno puede estar todavía empezando. Estas obras en el extranjero suponen un reconocimiento y a veces es curioso que se produzca ese reconocimiento más fuera que en la casa de uno. Lo digo por Cádiz, o por el propio Madrid.

-¿Y en España?

-Tengo dos proyectos en los que estoy especialísimamente ilusionado, que van adelante con seriedad. Uno es el Museo de la Memoria de Andalucía, en Granada, que es un encargo de Caja Granada que recibí hace dos años y que ha madurado muy bien. Es un patio de traza elíptica cuyos radios coinciden con los del Palacio de Carlos V, un patio blanco, blanquísimo, con una rampa. Empezarán las obras a mitad del 2006 y creo que es importante también desde el punto de vista personal, porque está cerca de la sede de Caja Granada, que es una obra que me ha dado mucho reconocimiento, y aunque está en continuidad con ella tiene temas suficientes espaciales como para reconocerse.

-¿Qué va a contener ese museo?

-He dicho, en broma, que de Cádiz tiene que ir, al patio, una copia de los sarcófagos y otra de la estatua de la Constitución, a su tamaño natural, la de la Plaza de España. Serían sencillas de hacer, según me han dicho en el Centro Tecnológico de la Piedra, en Almería, donde estuve recientemente recogiendo un premio. Es un edificio patio, recoge una tipología andaluza puesta al día.

-¿Y el Museo de Montenmedio?

-Es el otro proyecto de que te hablo. Lo presentamos el día 11 en Diputación. Su directora, Jimena Blázquez, que estuvo trabajando en Nueva York, en el MoMA, es una mujer culta y se ha portado conmigo muy generosamente. Me ha dado libertad absoluta. Es un proyecto que salió pronto. Una solución muy sencilla: dos muros paralelos, infinitos, que atraviesan de este a oeste el campo andaluz. Creo que va a ser muy hermoso

-¿En qué zona de la finca se va a construir?

-Donde están los barracones. Es muy elemental: dos tapias separadas nueve metros. Cuando se necesita una estructura grande se cubre y cuando no, se deja abierta, en una secuencia de pieza- patio- pieza- patio, en las que hay una sala de conferencias, un taller de pintura, una biblioteca, que se cubren, se hacen más altas, o más bajas. Trabajo con la luz a través de los techos, de una forma muy sencilla.

-Como una escultura de Richard Serra

-Me entusiasma como escultor, pero aquí hay un tema más de espacio completo. Serra haría muros sueltos. En este caso son tapias continuas, que se van cosiendo, volúmenes que se adaptan al terreno. He procurado que los trazos horizontales sean lo más largos posibles. Los estudios topográficos han sido muy concienzudos.

-¿Casi como una pieza más de escultura al aire libre?

-Desde ese punto de vista, sí. Es una pieza muy despojada, muy dura, muy radical. Una característica que yo he siempre he procurado introducir en mi obra y que me parece que es una constante en la historia de la arquitectura que merece la pena, es que se hace con la máxima economía de medios. La casa de Nueva York es muy sobria, como lo va a ser Montenmedio. Van a ser muy bonitos los patios y muy bonitos los espacios interiores.

-¿Y en la provincia?

-Están terminadas dos casas. La Casa Guerrero, en Vejer, al lado de la venta Capi, cerca de la Casa Gaspar, que es su hermano. Había previsto unos grandes cipreses, pero como tardan mucho en crecer hemos puesto ocho naranjos. Tiene la misma filosofía que la Casa Gaspar: un espacio central grande, que se vierte a dos patios, uno delante y otro detrás, con los dormitorios a los costados, agua al fondo, en este caso una piscina que va de lado a lado, como una alberca grande. Muy alta de techos y de tapia. Vista desde fuera parece una nave, un almacén. Ya está terminada.

-¿Y la de Roche?

-Afortunadamente, parece que se resuelven los problemas. Querría agradecer públicamente al concejal de urbanismo de Conil que haya entendido que lo que se está haciendo está dentro de normativa y es prudentísimo.

-¿Qué ha pasado?

-Ha habido problemas que provienen, por decirlo de manera delicada, de un enloquecimiento de vecinos, porque una casa evidentemente tapa las vistas a otra. Pero la pieza es muy sencilla. He utilizado, además de la piedra de Cabra en todos los pavimentos y las tapias blancas, la madera y de manera exhaustiva; madera de pino tratada en autoclave, que produce Polanco. Es una casa que puede dar prestigio a Roche. Muy hundida, muy plana, que asoma menos que cualquier otra.

-¿Y la plaza de Chiclana?

-He dicho que no y nada más. Hemos terminado en buen plan. El alcalde es un tipo muy valioso y su concejal de Urbanismo es, además, muy majo, pero las cosas tienen un tiempo y ya está. Puedes tener un arroz maravilloso, pero si lo pones una hora en el fuego, se estropea.

-¿Cómo va a ser la exposición en el MoMA?

-Terence Riley, el director de arquitectura del MoMA, que parece que va a venir a España a dirigir algún museo, decide hacer una exposición sobre arquitectura española contemporánea, porque piensa, como está en boca de todos los expertos, que atraviesa un momento fuera de serie.

-¿Y es así?

-Pasa como con la literatura o la pintura, basta que haya unos creadores emergentes para que la imagen que se dé ante el mundo sea brillante. Hay un conjunto de arquitectos españoles que sí merece la pena. En la Bienal de Venecia del 2000, que fui comisario, procuré alentar a toda esta gente, que ya no es tan jovencísima. Ya en los 80 cometí la osadía de hacer un libro, Young Spanish Architecture, donde estaban Guillermo Vázquez Consuegra, Cruz y Ortiz o Tuñón y Mansilla, hasta todavía Juan Navarro Baldeweg. Hay un plantel de arquitectos jóvenes, alrededor de los 40, muy jóvenes, alrededor de los 30 y todavía jóvenes, alrededor de los 50 y tantos (se ríe) que estamos haciendo una arquitectura con un reconocimiento grande, entre otras cosas porque es absolutamente contemporánea. Tiene unas dosis de contención y de lógica, de sobriedad y buenas trazas constructivas, que admite que pase el tiempo a favor.

-¿Pero no es un porcentaje muy pequeño de la arquitectura que se hace en España?

-Pues sí, pero eso pasa en todo el mundo. Desafortunadamente, y tengo que emplear esa palabra a pesar de que yo soy muy positivo, una mala literatura, o una mala pintura es inocua, pero una mala arquitectura no lo es, porque queda construida. Un tema de color sí es corregible y estoy pensando en Cádiz, que si me dejaran lo pintaría todo de blanco. Así se arreglaban todos los defectos, se ponía de dulce.

-Volvamos al MoMA

-Pues Riley ha montado una exposicíón donde lleva a los arquitectos españoles más destacados, con proyectos que se están haciendo, y también incluye a extranjeros de reconocido prestigio que están trabajando en España, como Kazuyo Sejima, que hace un centro cultural en Valencia. Serán unas treinta piezas nada más. De mi obra lleva el Museo de la Memoria de Andalucía. Y estoy muy agradecido, aunque en Nueva York ya he expuesto. Este año en julio el congreso de la UIA se clausura con mi exposición en Estambul, en Santa Irene, una basílica bizantina, junto a Santa Sofía, fuera de serie, que se abrió expresamente para mi obra, y llevaba 20 años cerrada. He tenido la suerte de tener también mi exposición antes en la basílica de Palladio en Vicenza, y antes en Chicago, y luego en Nueva York, en el Urban Center, que está muy cerquita del MoMA. No es por tanto novedad, pero sí es muy especial el MoMA por todo lo que significa. Hace dos meses, en mi último viaje a Nueva York estuve en Columbia, en una conferencia de Kennneth Frampton, con quien tengo una buena amistad, y dijo, quizá no por casualidad, que la mejor escuela de arquitectura del mundo es la de Madrid.

-Hablemos ahora de Cádiz. ¿En qué momento la ve?

-Como decía Pepe Ángel (González) en la entrevista que le hiciste, si antes era una excepción ver un edificio restaurado ahora es excepción verlo sin rehabilitar. Ha sido una operación acertadísima de la Junta y del Ayuntamiento, cada uno en su medida. Cádiz no es consciente, sigue sin ser consciente, sus fuerzas vivas no lo son, de su importancia cultural, de su sedimento. Ser la ciudad más antigua de Occidente no es solamente una etiqueta, lo ha confirmado la arqueología. Ahí está su papel a lo largo de la historia. Que la Constitución se proclame en Cádiz, que en aquel momento fuera el reducto de la libertad no era cosa casual, o física, sino más profunda. Cádiz tendría que volver a entender que es esa ciudad sede de la cultura, y de la cultura universal. Cuando en Cádiz se pretende hacer operaciones culturales habría que entender eso. Recuerdo que la alcaldesa estuvo a punto de ir a mi exposición en Nueva York, y no fue. Si alguien de Cádiz expone en Nueva York, Cádiz tiene que estar ahí. Si Javier Vela, un poeta de Cádiz, gana el Adonais, el premio más prestigioso de España, tendría la ciudad que reconocerlo. Y tantas cosas. Esta ciudad tiene dimensión universal, no sólo local o andaluza.

-El problema es cómo los gaditanos de hoy pueden estar a la altura de ese legado

-Yo creo que hay operaciones culturales sencillas. Hay un tema que me parece muy delicado. De Puertatierra para fuera, la línea divisoria la traza el propio mapa, no hay nada que hacer, aunque sí es maravilloso que después de Cortadura todas las burradas se acaban y ya no hay nada. Desde el baluarte de los Mártires emerge muy bien la torre de Telefónica, demuestra que la ciudad necesita esos puntos fuertes que decía Rossi en su libro La arquitectura de la ciudad. No es antiguo ni moderno, sino referente. Y asoman las dos torres de Puntales y Matagorda, que son una imagen de la modernidad de Cádiz, que siguen siendo muy bonitas y claras.

-¿Y de 'Puertatierra' para adentro?

-De Puertatierra para adentro, Cádiz tiene solución. Las burradas que se han hecho, que no las voy a citar porque son de amigos, tienen al lado otras piezas muy hermosas, no ya las de Álvaro Siza frente a la cárcel, sino otras muchas que están muy bien. Cuando veía delante de la Caleta que han tirado el Campo de las Balas, donde nací y viví, pensé que lo que debían haber tirado era Hollywood. Es muy claro que en el perfil de la ciudad está mal. No lo puedes tirar, pero lo deberías tirar. Aparece con mucho más poderío, y el tiempo pone en valor la Escuela de Náutica, que está muy bien metida, tanto en su forma como en su color. Es de Luis Laorga y José López Zanón, arquitectos estupendos de los años 50-60. Cádiz, se quiera o no, es un barco varado en el agua y necesita estar pintándose continuamente. Horrores de colores que se han hecho, y no cito a los amigos, afortunadamente se volverán a pintar y estarán estupendos. El tiempo en Cádiz pasa a favor.

-Eso es optimismo

-Echaría de menos que se vuelva a aquello que hizo una persona cuyo nombre voy a reivindicar, que ha sido el que me encargó la única obra que he hecho en Cádiz, -porque yo salgo mucho en los papeles, pero no tengo más que una obra aquí, el Instituto Drago- y es Carlos Díaz. Le estoy agradecido, es un personaje valioso, prudente, y tuvo el acierto de llamar a los mejores arquitectos del momento y que vinieran a Cádiz. A Vázquez Consuegra, y a Cruz y Ortiz, y a Juan Navarro Baldeweg, a mí. Hay una serie de piezas que merecen la pena. Las casas de Álvaro Siza, son de aquella época, aunque se tardaran más en hacer. Eso fue un acierto.

-Ahora estamos ante un gran proyecto, una de las pocas ocasiones que hay en esta ciudad para actuar, que es la operación del nuevo hospital y los terrenos que dejará libre la actual Residencia. ¿Qué cree que se debe hacer ahí?

-Llamar a los mejores arquitectos y darles tiempo. Tiempo no es encargarles una cosa y que pasen ocho años. Haría encargos a un Álvaro Siza, o Rafael Moneo, o a quien quieras, y les pediría que les dediquen tiempo para saber qué es lo que pasa aquí. Ahora en Madrid se han hecho los PAUS, pequeñas ciudades en los bordes de Madrid, y son todas impresentables, con unos trazados vulgares y con una arquitectura especulativa y especuladora. Trazar esos terrenos es trazar un trozo de ciudad nueva. Y luego llamar a los mejores para hacer las piezas correspondientes. El urbanismo es tan arquitectura como hacer un edificio. Las ciudades las han trazado los arquitectos. Cuando Bernini hace la plaza de San Pedro cose la ciudad, trabaja un trozo de ciudad abierta, y es tan arquitectura como un edificio completo.

-¿Y Entre Catedrales? ¿En qué momento está?

-Está en un momento curioso, en un momento en que el arquitecto ha de tener una gran paciencia. Está hecho y a uno le gustaría empezarlo. Estamos con el estudio geotécnico, que está tardando más de la cuenta. Ha sido un poco agotador el proceso y a uno le hubiera gustado que fuera un poquito más ágil. Es un proyecto en el que me he volcado absolutamente, creo que muy delicado, hecho con la máxima economía de medios. Implicará terminar de hacer de piedra la fachada lateral de la Casa del Obispo, una pavimentación de lo que hay ahora, cubrir con delicadeza la excavación, por si se quisiera seguir, y crear una plataforma levantada, una estancia en alto desde la que se ve el mar, pero no los coches. Y una zona de sombra que es como un palio de Semana Santa, muy abstraído, muy limpio. Y blanco todo.

-El Castillo de San Sebastián

-No hay nada concreto. Una visita y una conversación de propuesta de la alcaldesa, muy atenta, muy cariñosa, pero hace tiempo. No ha vuelto a haber ninguna más. Si eso fuera adelante y se me encargara, me dejaría yo el alma en ese proyecto. Esta mañana estaba en el borde de la Caleta, con San Sebastián delante y era como una especie de sueño, ver una pieza ahí. Curiosamente los dos elementos emergentes, tanto el faro como la casamata alta están en el perfil de la ciudad, asimilados, y están muy bien. San Sebastián requiere una meditación larga, un tiempo largo, pero para eso se necesita un cierto compromiso. Un arquitecto puede soñar, pero aparte hay que pensar y dedicar tiempo. En los proyectos de que hemos hablado, los museos de Granada y de Montenmedio, ha habido mucha formalidad desde el principio, o la casa de Nueva York o la guardería de Treviso, al día siguiente de hablar tenía los borradores encima de mi mesa, sin yo haberlos pedido. San Sebastián me entusiasmaría poderlo hacer.

-Hablemos del Doce. Se habló de usted como posible gran comisario

-Para nada, no sé nada, no me ha llegado nada. Si lo hiciera diría un «no» con mayúsculas y grande. Yo tengo muy claro en esta vida lo que sé hacer y lo que no, y ese tipo de cosas no sé hacerlas.

-En cualquier caso, soñemos. ¿Cómo cree que debe plantearse, a fecha de hoy, el bicentenario?

-Con profesionalidad, sería la palabra. ¿Qué significa la fecha? Un concepto muy abstracto, pero a la vez muy concreto, como es la libertad, consustancial al pensamiento y a la cultura. Habría que manifestar ese amor a la libertad haciendo que la ciudad se reconociera como profundamente culta. En lo arquitectónico, no puede pasar que uno lea dos páginas de la prensa gaditana sobre el Teatro de la Tía Norica y no aparezca el nombre del arquitecto. Con todos mis respetos a los arquitectos municipales, lo puedo decir bien alto porque mi abuelo fue arquitecto municipal, creo que hay trabajo suficiente en toda la ciudad para que los municipales también sean capaces de llamar a los mejores arquitectos no sólo de España, sino del mundo, para hacer lo que sea preciso. Habrá que tener mano izquierda para apoyarlo económicamente, a través de la Junta o el Gobierno central, pero también para implicar a los profesionales. Si alguien quiere levantar un hotel en la playa porque le sale rentable, que lo haga con el mejor arquitecto del mundo.

Por la misma razón, habría que llamar a los mejores literatos, o cineastas, invitarles a pasar una temporada aquí, que se volverían locos, y que escriban o rueden sobre Cádiz. Mira a Woody Allen paseando por Oviedo. Estoy leyendo sobre Rembrandt y en Holanda llevan trabajando en su centenario mucho tiempo, con mucha dedicación y creando unos comités eficaces. Yo voy a defender la arquitectura: Cádiz en el Doce debe estar, y puede estar, como una patena. De Puertas de Tierra para adentro tiene que estar maravilloso y para mí es una satisfacción ver que ya se ha hecho bastante.