FEDERICO MAYOR ZARAGOZA EX DIRECTOR GENERAL DE LA UNESCO

«Ha habido ya muchos horrores, hay que dejar la paz a nuestros hijos»

Reflexiona con optimismo sobre el final de la violencia y sostiene que «las víctimas del terrorismo tienen un papel central en un proceso de paz»

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Habla con pasión de la necesidad de la paz, «yo que he visto a lo largo de mi vida el sufrimiento de muchas víctimas». Federico Mayor Zaragoza, ex director general de la Unesco, se muestra optimista por la situación del País Vasco y aplica una visión humanista ante el futuro del mundo. Mayor aboga por la alianza de civilizaciones.

-¿Comparte usted la expectativa de una paz cercana en el País Vasco?

-Soy optimista, primero porque hay que intentarlo todo. Ya sabe lo que decía Gandhi, no hay caminos para la paz, la paz es el camino. También porque ahora ya está claro, hay un nuevo contexto, un espacio totalmente distinto, la violencia nunca puede justificarse, pero tenemos que procurar explicar por qué han sucedido cosas que nadie desea y nadie puede tolerar y, al mismo tiempo, cómo podemos ofrecer a las generaciones venideras, que es nuestro compromiso supremo, un mundo en el que estas situaciones ya no se produzcan. Es el momento adecuado. Está quedando ridículamente el último bastión en el que posiciones de esta naturaleza se siguen manteniendo por la fuerza del odio.

-No es fácil desactivar el odio...

-Es verdad, pero, mire usted, creo que el odio se está diluyendo en el País Vasco. El problema no está en una religión, ni en una ideología, ni en una identidad, hay nuevos espacios para su defensa. El problema está en la interpretación extremista que se hace de las mismas.

-Le veo a usted realmente optimista.

-Soy muy optimista, por eso creo en las iniciativas de centros relativos a los derechos humanos y a las libertades públicas. El respeto esencial a los derechos humanos -y al primero de ellos, que es a la vida- debe ser el núcleo donde cristalicen muchos de los proyectos que hoy tenemos.

Propuesta adecuada

-¿Qué opina de la estrategia de Zapatero a este respecto?

-A mí me parece adecuado todo lo que sea sustituir la reacción visceral, que va en contra de lo que yo propugno -paz, serenidad, conversación, conciliación -, y me parecen mal las posiciones de los que no se leen nada y siguen manteniendo actitudes autoritarias. Siempre habrá conflictos, por fortuna, y precisamente la alianza de civilizaciones consiste en conciliar la diferencia con la convivencia armónica y pacífica.

-¿Cuál puede ser el papel de las víctimas precisamente en un proceso de paz?

-Las víctimas tienen un papel central, precisamente es lo que mueve todo. ¿He visto tantas víctimas, tanto sufrimiento, he tenido ocasión de vivir tantas cosas que no olvidaré nunca, a veces por el número de gente o por la intensidad del dolor en una sola persona! Las víctimas tienen que estar en el centro de todo este proceso. Y, desde luego, no utilizarlas jamás como instrumento de acción política.

-Usted participa en un grupo de trabajo de las Naciones Unidas sobre la 'alianza de las civilizaciones'. A veces se ha llegado a tildar esta tesis defendida por Zapatero como demasiado «buenista» o, incluso, «ingenua». ¿Qué opina de estas críticas?

-En los momentos más críticos de la humanidad, después de la primera y de la segunda guerras mundiales, después de grandes atrocidades y barbaries, han surgido siempre propuestas de conciliación de paz a escala global por parte de grandes gobernantes que han conocido la perversidad de la guerra y del exterminio del enemigo. Los promotores de estas propuestas de paz están convencidos de que los realistas, los que se llaman pragmáticos, nunca han resuelto nada, porque si no se acepta la realidad no puede transformarse. Primero hay que ir más allá de la realidad y tener hipótesis, sueños y proyectos de futuro que nos permitan ofrecer a las generaciones venideras un mundo más pacífico, donde sea la palabra y no la fuerza la que predomine. Ha habido ya muchos horrores, hay que dejar la paz a nuestros hijos. Por eso creo que los que han tildado de «buenista» el discurso, incluso algún ex gobernante español se ha atrevido a pronunciar la palabra estupidez, a todos ellos les tendríamos que recordar lo que ha sucedido en esos momentos de especialísima tensión humana. En el primero, tras la guerra del 14, fue el presidente Wilson el que habló de la paz eterna y el que hizo todos los esfuerzos para construir la Liga de Naciones, que ya fue en aquellos momentos un remedio para muchas cosas. Otro presidente norteamericano, Roosveelt, al acabar la guerra del 39, después de un genocidio y de un holocausto, habló también de paz. Fue en San Francisco donde se fundaron las Naciones Unidas y donde se inspiraron para redactar la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿Cómo puede ser que los que tachan de ingenuos estos proyectos sean los mismos que en otros momentos hablan de defender los derechos humanos? Por eso creo que este concepto de diálogo y alianza entre civilizaciones ha sido una gran iniciativa, y me complace muchísimo que haya sido la iniciativa de un presidente español, inmediatamente hecha suya por el secretario general de las Naciones Unidas.

-Al mismo tiempo, el terrorismo internacional es un verdadero desafío para el mundo democrático.

-Mire, el terrorismo y la violencia nunca tienen justificación. No se puede justificar que uno intente llevar a cabo sus puntos de vista por la violencia y la agresión extrema. Pero tenemos que procurar explicar qué es lo que sucede y por qué sucede, para dilucidar quiénes y en qué medida son los responsables de la existencia de estos caldos de cultivo, de estos sentimientos de humillación y frustración.Yo he conocido como director general de la Unesco -una organización que se basa precisamente en construir los baluartes de la paz en la mente de los hombres, porque es en la mente de los hombres donde se inician las guerras- lo que significa la lucha fraticida y los sufrimientos que lleva aparejados.

La hora de la verdad

-Es que su denuncia va más allá de la guerra.

-Claro, yo he visto el incumplimiento sistemático por parte de los países más ricos de sus promesas a los países en vías de desarrollo, a los que no cesan de explotar. La sociedad está dimitiendo de sus valores. Tendríamos que analizar cuál ha sido el resultado de ese incumplimiento sistemático de las promesas de ayuda, que han sido sustituidas por préstamos que han favorecido todavía más el desarrollo de los países ricos y las brechas sociales, un desgarro del tejido a escala mundial que ha tendido a ampliarse en lugar de a reducirse. Los violentos se tienen que dar cuenta de que el 99,9% de la gente no les quiere, quiere vivir en paz, disfrutar de la vida con dignidad, y se ha terminado que haya unos cuantos que, amparados en unas formas democráticas de mayorías o de rodillos parlamentarios, ejercen el poder de una forma autoritaria. Está llegando el momento de la verdad, en el que los ciudadanos participarán, en el que su voz será escuchada, en el que los medios de comunicación no sólo referirán lo que pasa, sino que ayudarán a escribir lo que debería pasar con unos valores universales. La voz de los altermundistas, de los que pensamos que otro mundo es posible y que ya no queremos ser más súdbitos, sino ciudadanos plenos, está llegando. La hora de los pueblos, estos pueblos que el propio Roosveelt convocó para formar parte de las Naciones Unidas, y no sólo a los vencedores, para prevenir y evitar la guerra a las nuevas generaciones. Estamos de nuevo en este camino. Los medios tecnológicos nos permiten participar más y la democracia tiene que ser participación permanente.

-Alguna vez ha dicho usted que el mundo necesita una gran crisis para cambiar.

-¿Mayor de la que tenemos? Un mundo en el que nos han cambiado los valores por los precios y los principios democráticos que la Unesco establecía -libertad, igualdad, justicia, solidaridad- se encuentran en una abdicación histórica, desde la década de los 80, empujados por las leyes del mercado Esta abdicación de las ideologías ha hecho que el mundo ande sin brújula y que, sobre todo en la juventud nos ofrezca este espectáculo de indiferencia. Ya no nos creen.Tenemos que volver a ese mundo basado en los derechos humanos.