La psicología explica las causas por las que miles de personas creen haber sido

El secreto de los abducidos

secuestradas por seres de otros mundos

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Imagine que una mañana se despierta y, cuando va a levantarse de la cama, no puede moverse. De repente, en el umbral de la puerta, aparece recortada una figura humana. Intenta decir algo; pero tampoco puede articular palabra. El hombre se aproxima a su cama, lentamente. Usted oye sus pasos y, según se acerca, distingue un cuchillo en una de sus manos. Se angustia. Su compañero de habitación duerme profundamente, ajeno a todo. El individuo llega hasta su lado y levanta el cuchillo, como si fuera a apuñalarle. Sigue sin poder moverse; ni gritar. El cuchillo se precipita hacia su pecho y, cuando siente su punzada, el visitante se esfuma. De su boca sale un gemido y por fin puede moverse, está empapado en sudor; aunque hasta ese momento no se ha dado cuenta. Todo ha sido producto de su imaginación.

Una cuarta parte de la población sufre en su vida un episodio de parálisis del sueño, si bien uno tan completo como el descrito -con alucinación visual, sonora y táctil- sólo lo experimentan cinco de cada cien personas. Lo aterrador de la vivencia lleva a muchos afectados a buscar una explicación y entonces, en algunos casos, irrumpen los alienígenas. «La creencia en las abducciones es un subproducto de nuestro intento de explicar cosas extrañas que nos pasan. Dado que la mayoría quiere entender sus sentimientos, que muy pocos pensamos como científicos en nuestra vida diaria y que el secuestro extraterrestre es un argumento culturalmente disponible, a menudo me pregunto por qué no hay más gente que cree haber sido abducida», dice Susan Clancy, psicóloga de la Universidad de Harvard. Una de esas «cosas extrañas» es la parálisis del sueño, que se da al dormirse o al despertarse y se caracteriza por alucinaciones muy realistas.

Las pruebas sobre los secuestros extraterrestres están, a juicio de esta investigadora, en el cerebro de las víctimas. No en forma de implantes puestos ahí por seres de otros mundos; sino como tendencias y recuerdos que pueden servir para desentrañar la verdad sobre las abducciones. Clancy empezó a estudiar el fenómeno hace seis años. Quería saber qué lleva a gente normal y corriente -el abducido chalado es minoritario, un estereotipo que tiene poco que ver con la realidad- a pensar que ha vivido experiencias extraordinarias con alienígenas. Para ello, ha hablado con cientos de creyentes en platillos volantes, desde los que dicen tener bebés con ADN humano y extraterrestre hasta quienes sólo han visto luces en el cielo. «La única forma de entender por qué la gente cree cosas extraordinarias es preguntándoselo», afirma en Abducted. How people come to believe they were kidnapped by aliens (Abducidos. Cómo llega la gente a creer que ha sido secuestrada por alienígenas), un libro que acaba de publicar Harvard University Press.

La hipnosis y la verdad

La abducción típica consiste en que una persona, después de ver un objeto en el cielo, es trasladada al interior de una nave extraterrestre. Los alienígenas son seres de piel verde o gris, enclenques, con una cabeza de gran tamaño, ojos almendrados de color negro, sin nariz y con una pequeña boca. Paralizada sobre una camilla, la víctima es sometida a un reconocimiento médico que puede incluir la introducción de instrumentos por el ombligo, la nariz, la boca y el ano; y en otras ocasiones puede ser obligada a mantener relaciones sexuales con uno de los visitantes. Cuando la liberan, no recuerda nada, aunque tiene la sensación de haber vivido una experiencia extraña que, por lo general, aflorará después de someterse a hipnosis.

Clancy sostiene que los recuerdos de los relatos de secuestros extraterrestres son «el resultado de una mezcla de predisposición a la fantasía, distorsión de la memoria, tradiciones culturales, alucinaciones durante el sueño y analfabetismo científico, alimentada e instigada por las insinuaciones y el refuerzo de la hipnoterapia». Por lo general, los abducidos a los que ha estudiado -unos cincuenta- sólo se diferencian del resto de la gente en que son más propensos a la fantasía, condición en la que encaja el 4% de la población. En España, más de 1,7 millones de personas. «Muy pocos de ellos creen que han sido abducidos -indica la autora respecto a sus compatriotas más fantasiosos-. Pero es probable que crean en otras cosas raras como los fantasmas, las vidas pasadas, las personalidades múltiples».

Cuando una de esas personas se enfrenta a un episodio de parálisis del sueño, la búsqueda de explicación le puede llevar a creer que ha sido secuestrada por extraterrestres. Para ello, se necesita de un sistema de creencias que predisponga al sujeto a interpretar lo ocurrido dentro del marco de los encuentros con seres de otros mundos. Desde hace décadas, vivimos en Occidente culturalmente rodeados de alienígenas. Hasta quien no ha tenido nunca el menor interés por el tema, se ha expuesto a un relato de abducción. Clancy pidió una vez a sus estudiantes nicaragüenses, licenciados universitarios, que retrataran un extraterrestre. «Dibujaron un esquelético gris macrocéfalo con grandes ojos y me dijeron lo que esos alienígenas hacían: te secuestran para experimentar contigo y 'hacer que tengas bebés'».

Hay personas que, en el proceso de búsqueda de una explicación para su parálisis del sueño, recuerdan por su cuenta una abducción; pero la mayoría lo hace después de sesiones de hipnosis. «Las investigaciones hechas durante cuatro décadas han demostrado que la hipnosis es una mala vía para refrescar la memoria. No sólo generalmente no ayuda a recuperar recuerdos de hechos reales, sino que también te hace susceptible a crear falsas memorias, memorias de cosas que no han ocurrido, cosas que te han sugerido o que simplemente te has imaginado». Para los cientos de personas que han recuperado mediante hipnosis la vivencia de un secuestro alienígena, los hechos sucedieron. No importa que nunca hayan estado dentro de un platillo volante ni puedan aportar prueba alguna. Se lo dice su cerebro. Cuando recuerdan la experiencia, sus reacciones fisiológicas son similares a las de los veteranos de guerra y las víctimas de raptos, según han constatado Susan Clancy.