Afortunados e inconscientes
Actualizado: GuardarEsta mañana (por ayer) he estado paseando por la playa, acompañada de un sol espectacular y de una temperatura que hacía burla al calendario. Que es 7 de enero, pues ahí van unos cuantos grados más de la cuenta para que puedas pasear por la Victoria con los amigos, almorzar en una terraza disfrutando tanto como uno de esos niños que van por la calle estrenando sus juguetes de Reyes, y haciendo la fotosíntesis frente a un mar lleno de recuerdos y oloroso café.
Qué cierta es esa frase de que volvemos a repetir las pautas que nos enseñaron o vivimos de pequeños. De chica, mis padres siempre me llevaban al paseo el día de Reyes para que jugara con mis regalos -todavía me duele la torta que me pegué la primera vez que me puse unos patines- y ahora que ya soy algo más mayor, soy yo la que va sola con sus amigos.
Bueno, voy a dejar de perderme en la memoria y comentarles lo que realmente quería en esta carta. Me parece que mucha gente no es consciente de la riqueza y belleza que tenemos en esta ciudad. Creo que hay personas que perdidas en la rutina, en los malos rollos, en la indiferencia o en el aburrimiento, pasa los días sin maravillarse a cada paso por todos los buenos momentos que podemos disfrutar. ¿De qué sirve querer lo imposible? ¿Qué se gana envidiando lo que los demás tienen, sino infelicidad? ¿ Por qué nos cuesta tanto esfuerzo saber apreciar los pequeños placeres diarios que la vida nos reporta y nos empeñamos en negarlos?
Tal vez, deberíamos intentar volver a recobrar si no la inocencia de los niños, cosa prácticamente imposible, su capacidad para sorprenderse. La vida sería así menos aburrida y mucho más interesante.
Silvia Castillo Pérez. Cádiz