Cultura

Arden las letras gays

Nuevas novelas tratan con desparpajo realidades sexuales que forman parte del tejido de España; Pombo, Mendicutti o Reina reflejan el amor que no se atrevía a decir su nombre con delicadeza

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Nada nuevo bajo el sol. Pero la curiosidad y el morbo no cejan. El deseo y el amor homosexual atraviesan la historia del arte y de la literatura. Inagotable fuente de inspiración, la pasión reguladora del mundo judeocristiano hizo del pecado en Occidente una fuente de sufrimiento, pero también de transgresión. La sociedad española ha cambiado a tal velocidad que comportamientos que eran considerados inadmisibles y socialmente peligrosos, familias que eran inverosímiles forman ya parte de un paisaje cotidiano que ni pasma ni sorprende. El matrimonio homosexual desató las iras de la Iglesia católica y de un sector de la sociedad, pero ya ha pasado a formar parte de una realidad que, como el mundo gay en general, hace tiempo que entró en el cine, en la literatura, los hábitos, la moda y todo el tejido peninsular. ¿Tiene sexo la literatura? ¿Lo tiene el arte? ¿Cómo ha evolucionado la forma de relatar el amor erótico entre personas del mismo sexo? Los emigrantes que llegan a costa Europa se quedan perplejos de la escasa presencia de Dios en la vida cotidiana, ¿ha dejado por lo tanto el pecado de tener un potencial artístico y literario ? Escritores como Álvaro Pombo, Lluis María Todó, Antonio Fontana, Manuel Francisco Reina o Eduardo Mendicutti son autores de novelas -algunas recién publicadas- que representan un nuevo auge de las letras que son sobre todo buena literatura, pero que tratan con inusitado desparpajo y ardor la pasión entre personas del mismo sexo.

Durante la gira de presentación de Contra natura, quizá su novela más desgarrada, Álvaro Pombo (Santander, 1939), dijo que se sentía «más gay que cántabro». Aparte de la ironía sobre las inagotables pasiones identitarias que devoran la piel de toro, ¿qué había en esa declaración sentimental? Admite Pombo con su facundia habitual que «el relato es ahora mucho más explícito», aunque en su caso, dice, ha sido siempre explícito desde su primer libro, Relatos sobre la falta de sustancia (1977), hasta esta Contra natura de una corporalidad intensísima. En un momento en que hay mayor transparencia la sexualidad está más presente, pero sobre todo porque la intimidad se ha vuelto mucho más transparente. El amante de lady Chatterley, de D. H. Lawrence, presentó explícitamente la sexualidad en la sociedad anglosajona y se intentó condenarla por pornográfica. Hoy a nadie se le ocurriría condenarme por pornográfico, y Contra natura es mucho más explícita de lo que nunca fue Lawrence.

Para el poeta y novelista Manuel Francisco Reina (Jerez de la Frontera, 1974), «se da por sentado que se ha evolucionado desde los relatos evidentemente homoeróticos del siglo XVIII o XIX, sutiles y taimados, pasando a los autores de principios del XX en los que los poemas o los textos sin género fueron dando, cada vez más, paso a la explicitud sexual y afectiva de nuestros días. En este sentido se ha evolucionado mucho, es verdad, y se ha avanzado en la normalización, aunque muchos lectores y editores aún consideren subliteratura aquella que narra historias de amor entre personas del mismo sexo y brillen por su ausencia los libros que contengan estas temáticas en los premios literarios más afamados». El concepto de pansexualidad grecolatino sigue siendo revolucionario en nuestros días por libérrimo y sin etiquetas. Los recursos textuales y estilísticos de Safo, de Catulo o de Ovidio tienen más que ver en lo explícito con los autores que abordan estos temas desde hoy, que con los perseguidos autores del XIX o el XX como Wilde, Cocteau, Gide, etcétera. Tal vez porque como los que aspiramos a revivir los libérrimos de pensamiento no se planteaban preguntas de índole moral manido, y que se contestaban por el propio peso de su naturaleza, y que por ende tenían un correlato creativo evidente y sin censuras». Pombo dice que «la homosexualidad se ha ido aceptando a medida que la sociedad se ha hecho más laica, se ha ido desprendiendo de una moral religiosa y por lo tanto se ha hecho más ética. Como dice José Antonio Marina, las religiones se refinan cuando incorporan la ética. Toda religión lleva consigo una moral, pero se trata de una moral renegada, que sólo se purifica cuando se convierte en una ética relacional para todos los hombres».

Escritor que nunca ha ocultado sus inclinaciones y que en su literatura ha volcado todas sus pasiones, incluidas las sexuales, Eduardo Mendicutti, gaditano como Reina (Sanlúcar de Barrameda, 1948), considera que «el relato del amor homosexual ha evolucionado de lo oculto a lo visible, con etapas como las que se han recorrido de lo insinuado a lo explícito, de lo torturado a lo gozoso, de lo marginal a lo central, de lo acomplejado a lo orgulloso, de lo idealizado a lo testimonial y, ahora, con la llegada del matrimonio, de lo desregularizado a lo institucionalizado». Para el escritor y periodista Antonio Fontana (Málaga, 1964), «el problema no es cómo ha evolucionado el tratamiento literario del amor homosexual ¯que lo ha hecho, qué duda cabe¯, sino cómo va a seguir evolucionando, pues corre el peligro de banalizarse». Por el contrario, para el novelista barcelonés Lluís Maria Todó (1950), que el viernes ganó el premio Josep Pla con El mal francés, «la evolución tiene que ir de forma inevitable hacia la banalización y trivialización, y en la medida en que las novelas tienen que ser un espejo a la orilla del camino la cuestión de la identidad sexual será cada vez más irrelevante. Lo que era un escándalo, la relación afectiva y sexual entre hombres y mujeres, dejará de ser relevante, dejará de tener interés».

Todó ha llevado la cuestión de las relaciones homosexuales a un instituto en su último libro, Isaac y las dudas, en el que «una madre quiere que su hijo sea gay. La literatura propicia comportamientos y escenarios morales que después se hacen reales. Lo fundamental de la novela es que está dirigida a adolescentes, protagonizada por ellos. Tiene una visión de la homosexualidad positiva, no es un drama».