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Nueva Orleans se ha propuesto que la vida y la carne triunfen

Llegan los carnavales

sobre la muerte y el dolor, con tanta pasión como en Cádiz

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Hay una ciudad hermana de cada pueblo español en algún rincón de América. A veces uno ve con claridad el parecido singular que inspiró a los colonizadores, y otras entiende que debió ser como ponerle el nombre del abuelo al hijo, sin saber en qué se parecerían.

No hay duda de que Cádiz es La Habana, pero hasta ahora no se me había ocurrido que tuviéramos un hermano en Nueva Orleans. Lo entendí esta semana, cuando volví a esa, la ciudad desnuda de turistas, de estudiantes y de fanáticos del fútbol americano que ensombrecían a los locales. En la ciudad menguada a un cuarto de sus población por Katrina quedan sólo los más auténticos, los que se saludan por la calle, gastan bromas al primer desconocido, y bailan donde quiera que les encuentre la música. Es en ellos donde he encontrado la gracia y el cariño de mis gaditanos.

Están concentrados en el Barrio Francés, que como todo lo antiguo, está construido a conciencia en las tierras altas del Mississippi. Como no se inundó, ha vuelto rápidamente a la vida. Allí el 80% de los bares y restaurantes están abiertos, así como 30 de los 40 hoteles. Cada noche parece carnaval, y uno no entiende de dónde sale la gente que llena tantos bares durante el día, si se supone que están tan ocupados con las reconstrucción.

Se nos parecen tanto que el viernes partieron con gran jolgorio el roscón de reyes,una tradición que hasta ahora sólo ubicaba en España. No podíamos esperar que un hermano así prescindiese de los carnavales, ni siquiera porque un huracán casi los barre del mapa.

Para ellos es cuestión de orgullo y de supervivencia. Si cancelan Mardi Gras, será como darse por vencidos. Así que se han propuesto que la vida y la carne triunfen sobre la muerte y el dolor, cueste lo que cueste. El precio de unos dos millones de dólares en horas extras de la Policía y otros gastos públicos lo pagarán este año cuatro empresas privadas, aún por seleccionar, en lo que serán los primeros carnavales esponsorizados de su historia. En Estados Unidos pocos los entienden, piensan que con tantos gastos como no se deberían permitir semejante lujo, pero si uno ve la ilusión con que esta gente que lo ha perdido todo se prepara el disfraz, le brota una sonrisa de cómplice.

La mayoría de las carrozas e instrumentos han sucumbido a las inundaciones, pero su principal reto es juntar las bandas de música, cuyos miembros están esparcidos por 47 estados del país. Es como si en Cádiz perdiéramos las comparsas, y aún así el alma no nos la quitaría nadie.