Intervención impertinente
Actualizado:El Rey aprovechó ayer la celebración de la Pascua Militar para reiterar por tercera vez en menos de dos meses su invocación al consenso, a la reconciliación y al pacto en torno a una Constitución que nos ha permitido el histórico desarrollo del régimen democrático del que disfrutamos en esta España plural y diversa. La preocupación del jefe del Estado por la ruptura de todos los grandes pactos fundacionales en la legislatura en curso es patente y su insistencia pedagógica forma, sin duda, parte de la benéfica labor de arbitraje que la Carta Magna le atribuye. Pero tampoco la tradicional fiesta castrense que se celebra el día de la Adoración de los Reyes ha contribuido este año a la distensión institucional.
El ministro de Defensa, José Bono, siempre dispuesto a que su papel no pase bajo ningún concepto inadvertido, sacó de nuevo ayer a colación, e intempestivamente, la tragedia del Yak-42 y nuestra ya remota participación en el conflicto iraquí, no sólo para reiterar algunas características de la nueva Ley de Defensa Nacional -la necesidad de que el Parlamento autorice cualquier intervención militar en el exterior- sino también para anunciar que los soldados que fueron allí desplazados serán condecorados con distintivo rojo, como corresponde a los efectivos que han entrado en combate con el enemigo. Quizá fuera ya plenamente oportuno cerrar ciertos capítulos de la historia reciente para poder escribir los venideros sin demasiadas hipotecas. Porque, aunque incidentalmente, tampoco el Ejército pasó ayer por alto la gran disputa territorial que está teniendo lugar y que contamina hoy todas las circulaciones políticas e institucionales de este país. En una intervención excesiva y fuera de lugar, el teniente general del Ejército de Tierra y general jefe de la Fuerza Terrestre, José Mena Aguado, manifestó en Sevilla, en el discurso oficial de la conmemoración de la Pascua, que si algún Estatuto de Autonomía sobrepasa los límites de la Constitución, «sería de aplicación el artículo 8» y el Ejército debería intervenir. La declaración del militar, muy cercano ya a su jubilación, es impertinente y extemporánea, pero el incidente refleja en su ámbito una preocupación generalizada que está extendida por toda la sociedad y que si no se reconduce y controla podría terminar teniendo efectos devastadores sobre la convivencia. Al cabo, las recomendaciones del Monarca, que pudieron parecer en un primer momento retóricas, se están mostrado más pertinentes y oportunas que nunca.