Adrien Brody salta en el tiempo en busca de amor y cordura
La desasosegante 'The Jacket' bascula entre el suspense fantástico y el romance
Actualizado: GuardarThe Jacket fue una de las películas más sugerentes del caótico lote programado en el pasado festival de Sitges junto a Una historia de violencia, de David Cronenberg. Ambas propuestas comparten su aspecto visual, de atmósfera fría, que, intencionadamente, puede confundir al espectador. En el caso de este filme, apadrinado por George Clooney y Steven Soderbergh, bajo su envoltorio de thriller convencional se esconde una historia de amor con viajes en el tiempo que remite a La escalera de Jacob y a los giros de la genial Atrapado en el tiempo.
Una suerte de Regreso al futuro en versión adulta, que consigue mantener la tensión a pesar de moverse en la fina línea que separa la fantasía de la realidad. La cinta bascula hábilmente entre géneros, saltando de uno a otro, entrelazando el fantástico con el suspense y el romance, sin que el cóctel moleste. «El hecho de que no encajara en ningún genero en particular fue lo que me interesó», aclara el director John Maybury, que retrató al pintor Francis Bacon en El amor es el demonio.
El ecléctico relato comienza cuando Jack Starks (Adrien Brody), un veterano de la Guerra del Golfo, regresa a su Vermont natal padeciendo amnesia tras recuperarse de una herida de bala en la cabeza.
Ante su sorpresa es acusado del asesinato de un policía y acaba internado en un psiquiátrico donde el doctor Becker (Kris Kristofferson) le somete a un extraño tratamiento. Le inyectan drogas experimentales, le colocan una chaqueta de fuerza y le encierran durante horas en un depósito de cadáveres. Drogado y desorientado, la mente del protagonista viaja al futuro, donde conoce a Jackie (Keira Knightley) y descubre que está destinado a morir en pocos días.
Energía optimista
The Jacket, a pesar del poco sutil título y del terrorífico cartel que la promociona, es una rareza recomendable, bien orquestada, que ya es decir mucho en los tiempos que corren. Maybury maneja fondo y forma con destreza, a pesar de defender una idea complicada, que cambia de tono y despista al espectador.
Se nota el bagaje como realizador experimental (atención a los títulos de crédito) de un cineasta que ha sabido trasladar su talento visual a un lenguaje aparentemente más convencional, logrando trasmitir una sensación de desasosiego que se equilibra con una energía marcadamente optimista. Un estimable retrato sobre celuloide del siempre controvertido poder del amor.