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Soldados XXL Ganador del Oscar y marido de Kate Winslet

El director de 'American Beauty' revela en 'Jarhead' la auténtica Guerra del Golfo que padecieron los marines destinados en el desierto

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1990. Norman Schwarzkopf, comandante jefe de las tropas aliadas desplegadas en el Golfo Pérsico, aparece triunfante a diario en los informativos. Hagamos memoria. Sadam Hussein ha invadido Kuwait y Estados Unidos se ha desplegado en la zona bajo el rimbombante lema Operación Tormenta del Desierto. Miles de marines se han preparado en su país durante meses. Llegan al desierto saudí y ni siquiera disparan un tiro. La batalla se libra en el aire. Una guerra limpia, sin sangre ni muertos, televisada por la CNN. Apenas un punto de mira en el visor de un caza antes de que un depósito de armas salte por los aires. La primera guerra videojuego.

Sam Mendes se ha propuesto con Jarhead. El infierno espera ver la contienda «desde el punto de vista del soldado, porque es exactamente lo que no se nos permitió ver». El ganador de un Oscar por American Beauty se atreve a estrenar un filme bélico sobre el conflicto del Golfo con la ocupación de Irak todavía en curso y cobrándose vidas a diario. No hay tomas desde arriba, con la inmensidad del desierto y hormigas avanzando. Todo está filmado desde la perspectiva de los marines.

«Todas las guerras son diferentes, todas son la misma», filosofa uno de los personajes. Mendes, británico de nacimiento y americano de adopción, visualiza la idea clave del filme en una escena. «Los marines vuelven a casa después de haber ganado la primera guerra contra Sadam Hussein sin haber disparado ni una vez sus metralletas», describe el cineasta. «Un veterano de Vietnam completamente hecho polvo les da la bienvenida. Sus guerras son completamente diferentes, pero aun así ellos se sienten identificados con ese hombre. El momento demuestra que todas las guerras dejan la misma marca en sus protagonistas».

No es la primera vez que Hollywood aborda el conflicto bélico precursor del actual infierno iraquí. Tres reyes desmitificó en 1999 al ejército estadounidense al retratarlo como una pandilla de ladrones que se servían de los iraquíes para hacerse con el oro -léase petróleo- de Kuwait. Jarhead (cabeza de jarra, el mote de los marines debido al cuello alto de su traje azul cuando desfilan, traducido cabeza de bote en la versión al castellano) se basa en las memorias de Anthony Swofford, un soldado, hijo de un veterano del Vietnam, que aterrizó en Arabia Saudí con veinte años y una década después convirtió su odisea en un best-seller.

Claro que su experiencia, a priori, tiene muy poco de cinematográfica. Swofford (Jake Gyllenhaal, el actor del momento gracias a Brokeback Mountain) rezuma escepticismo y desgana cuando llega a Arabia Saudí, desde donde se planifica la defensa de Kuwait. Tras un entrenamiento masoquista le aguardan cuatro días de espera en el que escribe cartas, juega al fútbol con máscara de gas bajo un sol de 45 grados y se masturba, al igual que el resto de los otros atemorizados e impacientes reclutas. En eso consistió la guerra para muchos marines: cuatro días de espera recibiendo órdenes absurdas, como tocar a diana sin corneta.

Vacío y provisionalidad

Nada que ver con la épica bélica de Hollywood. En Jarhead, aparentemente, no sucede gran cosa. Tan sólo muere una persona. Con un presupuesto de 70 millones de dólares, una espectacular fotografía cámara en mano de Roger Deakins -atención a las escenas entre pozos petrolíferos ardiendo- y montaje del mago Walter Murch, el hombre que inventó el moderno diseño de sonido con Apocalypse Now, Sam Mendes pasa de héroes y escaramuzas bélicas con música a todo trapo.

Valga un apunte: los soldados que siguen muriendo en Irak, al igual que casi todos, conocen la guerra a través del cine. Por eso se sientan a ver la escena del bombardeo de Apocalypse Now para subirse la testosterona. Es una escena extraída tal cual de las memorias de Swofford.

Estrenada en EE UU el pasado noviembre, Jarhead recaudó 60 modestos millones de dólares. La crítica se sintió desilusionada por la falta de un análisis político. «Sam Mendes quería evitar la política, pero el resultado es una película llena de ambivalencias. Da una sensación de vacío y provisionalidad», lamenta The Hollywood Reporter. «No se acerca ni de lejos a Tres reyes, ni siquiera intenta hacer algún comentario sobre la actual guerra», apunta Variety.

El hombre que reveló el vacío de la clase media estadounidense en American Beauty confirma cómo la instrucción de los soldados persigue su deshumanización y lo absurdo de cualquier guerra, pero se muestra ambiguo y cobarde a la hora de denunciar la política exterior de Estados Unidos. «Tengo mi opinión sobre la guerra de Irak, pero meterla en el filme hubiera sido absurda», se excusa el director de Camino a la perdición. «Una cosa es la película y otra lo que a la gente le gustaría ver en función del momento político».

Más clarito se explica el guionista William Broyles, ex marine en Vietnam: «Jarhead es una carta de amor a los hombres que sirven en el campo de batalla». Sam Mendes (Reading, 1975) era, pese a su juventud, una institución del teatro británico antes de ponerse por primera vez tras la cámara y ganar cinco Oscar, entre ellos mejor director y película, con American Beauty. Dirigió a Judi Dench y Ralph Fiennes en la Royal Shakespeare Company antes de desnudar a Nicole Kidman en The Blue Room.

Su segundo largometraje, Camino a la perdición, adaptaba un cómic y regaló a Tom Hanks el único papel turbio de su carrera. Mientras ultima la adaptación del musical Sweeney Todd, este licenciado en Cambridge disfruta de sus dos casas en Nueva York y Londres junto a su esposa, la actriz Kate Winslet, y su hijo de dos años. Antes de casarse con la protagonista de Titanic, flirteó con actrices como Calista Flockhart y Rachel Weisz.