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TRIBUNA

Mi hijo y yo: las notas

TERESA GIERTYCH/ORIENTADORA DEL CENTRO DE ORIENTACIÓN FAMILIAR DE CÁDIZ
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Noviembre. Escuchado en la parada del autobús escolar donde estaban hablando dos señoras con sus retoños de preescolar, con babi y chapa identificativa, donde ponía bien claro que se llamaban Pepito y Juanito. Una le decía a la otra:

-Yo lo tengo claro y se lo he dicho a Pepito (de 3 años la criatura): como no saque Sobresaliente se queda sin Reyes.

Y pensé para mis adentros:

1º.- En Preescolar no existe la nota Sobresaliente, por tanto es imposible que lo saque.

2º.- Y esto es lo serio: ¿cómo se puede someter a un niño tan chico a tal estrés?

3º.- El niño está en edad de descubrir el mundo a su ritmo, y no al que le imponemos. Ya tendrá edad para aprender a estudiar.

Como enseñante se me ha reprochado, al obtener un suspenso un alumno en Primaria, que yo le he cerrado las puertas de su carrera universitaria porque le bajaría la nota de selectividad con este suspenso a los 10 años. Desconocimiento puro del sistema de puntuación de selectividad. Pero eso es lo anecdótico.

Lo preocupante es que algunos padres se preocupan tanto por las notas que olvidan el resto.

Si la educación de un niño se puede comparar a un abanico, veremos que tiene muchas varillas y las notas académicas son sólo una de ellas. Tenemos también la felicidad del niño, su autoestima, su salud, la escala de valores que queremos transmitirle, las relaciones familiares, las habilidades sociales, su desarrollo físico, los buenos hábitos (de salud, alimentación, higiene, comportamiento, estudio, ocio ) y un largo etcétera.

Por tanto, tomemos conciencia. Lo académico es importante, pero no lo más importante en la educación de nuestro hijo. A pesar de que en la sociedad actual se necesita estar muy bien preparado para poder aspirar a un buen trabajo. Pero estar bien preparado no significa sólo notas buenas. Significa ser una persona honrada, trabajadora, responsable, respetuosa, agradable y feliz.

Si desde que nacen nos interesamos por nuestros hijos y sus cosas, les hacemos sentirse acogidos y miembros valiosos de la familia, con sus pequeñas responsabilidades (ropa, cama, poner/quitar mesa), si entre nosotros somos respetuosos y agradables, en resumidas cuentas, si en la familia todos viven un ambiente de felicidad, y en ese crecer juntos vamos enseñando hábitos y ganas de estudiar, del mismo modo que enseñamos los hábitos de aseo, orden, ayuda doméstica y modales, el tema académico rodará solo.

Si resulta que nuestro hijo ya es mayor y no hemos prestado atención más que a las notas, demos un giro radical y empecemos a interesarnos de verdad (que no consiste en someter a un tercer grado) por nuestros hijos. Y a echarles flores cuando hacen bien las cosas. A todos nos gusta oír piropos, y si son merecidos más. Propongámonos como meta que cada día vamos a conseguir que nuestro hijo escuche de nuestros labios más piropos merecidos que cosas negativas.

Verán que diferencia, y las notas muy posiblemente mejorarán.

Para ayudarles a rendir, comprobemos su salud, vista y oído. Asegurémosles un sueño suficiente y alimentación adecuada. Inculquémosles el hábito de estudiar a la misma hora y en el mismo lugar, teniendo a mano todo y sólo lo necesario para la tarea. Estemos en contacto con sus profesores, dejémonos guiar por ellos.

Nuestra labor consiste en crearles el hábito, la ilusión y el entusiasmo por el estudio y a ponérselo fácil, promoviendo conversaciones que les despierten el interés por el mundo del saber a la vez que evitando actividades que distraen, especialmente si coinciden con el rato de estudio. Por ejemplo, la televisión, el ordenador, la playstation Se pueden usar y disfrutar durante el fin de semana y tener apagados durante la semana. Y no pasa nada.

Cuando son pequeños, en Primaria, podemos tomarles la lección para que aprendan a tomársela ellos mismos, y paulatinamente ir reduciendo el tiempo que dedicamos a tomársela. Al final de Primaria deben ser autónomos en el estudio.

Si son mayores, ofrecerse (no imponerse) a explicarles lo que no entienden y a tomarles la lección si sienten que lo necesitan.

Evitemos recurrir a las clases particulares, excepto en casos muy específicos, ya que suelen crear en el niño la tranquilidad de que ya se lo explicará el profesor particular.

Procuremos hacer de nuestro hijo un niño feliz (que no consentido), ya que siendo feliz intentará agradarnos en todo, incluido el estudio. Y el estudio, como todo lo que le inculquemos redundará en su beneficio el día de mañana.