Indios y 'cowboys'
Actualizado: GuardarDe siempre, los mandatarios de EE UU han mirado con recelo cualquier opción política en el exterior que pudiera rozar la chapa de sus intereses económicos. No han tenido sin embargo el menor escrúpulo en apoyar, guerrillas, huelgas, secuestros, ivasiones, golpes de estado para cambiar regímenes que le fueran desfavorables. Incluso siguen invadiendo países y declarando guerras preventivas so pretexto de preservar el espíritu de la democracia en el mundo. Se han confirmado a sí mismos como los guardianes del orden internacional y no tienen reparos en declarar persona non grata a todo aquel que no les siga el juego o simplemente les objete sus estrategias. Conmigo o contra mí es la divisa que parece ondear en la Casa Blanca desde hace unos años, anulando o condenando al ostracismo a las voces críticas que intentan rebatir sus posiciones. Se comprobó en los días que siguieron a la masacre del 11 de septiembre, durante la invasión de Afganistán y en la guerra de Irak. Han sido muchos los intelectuales americanos -como Chomsky o Sontag- que fueron incluidos en una lista de enemigos de la patria que la señora Bush envió a los medios de comunicación, advirtiéndoles del peligro de sus opiniones, en un acto que recordaba a la famosa caza de brujas del senador McCarthy. Es más fácil colocar el escapulario del antiamericanismo a todo el que disienta de la norma, que escucharlo, debatir y sacar conclusiones.
Ahora esos mandatarios parecen estar un poco asustados porque las bajas de su ejercito han superado sus previsiones, los gastos de la guerra iraquí se han disparado y la economía ultraliberal propagada por el Gobierno comienza a tener consecuencias indeseadas. Si las dos primeras cuestiones inciden claramente en la intención de voto de los electores, la última parece subvertir el mapa político de la región limítrofe, de la que EE UU no sólo se beneficia , sino con la que está destinada a convivir fuera y dentro de sus fronteras. Iberoamérica está cambiando con respecto a su política de sumisión frente al poderoso y, no sólo trata de emanciparse y organizar su propio mercado, sino que está tomando posturas autónomas y lenguaraces en contra quien ha marcado su rumbo durante todos estos años. A Castro y a Chávez -dos espinas clavadas en el honor del capitolio- se les ha sumado ahora Evo Morales -flamante presidente boliviano-, y el brasileño Lula, el argentino Kirchner y el uruguayo Vázquez están haciendo «demasiadas» migas con ellos, como resultado de una política arrogante y hostil por parte de sus vecinos del norte. Y por si fuera poco, el comandante Marcos recorre México en una moto, con el rostro tapado, en un intento de ganar las próximas elecciones. Que la comunidad iberoamericana trate de salir de la pobreza y corrupción es un deber y un derecho, pero el sesgo populista que sus representantes puedan adoptar por despecho, talante o convicción es una actitud procupante, no sólo para EE UU sino para el resto del mundo. Todo lo que no se consiga por la vía de la libertad y la democracia esta abocado al despotismo, y el resultado es producto de otra actitud despótica: la de un grupo de mesiánicos neoconservadores que optan por dividir al mundo en malos y buenos, como si fuera una película de indios y cowboys, cerrándose al diálogo y al reparto de un dólar.