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Arqueólogos en la sombra

La 'cuadrilla de Cádiz' lleva décadas rescatando tesoros del subsuelo, aunque su trabajo pase a veces desapercibido

TEXTO: ANA SORIA / FOTOS: ÓSCAR CHAMORRO / CEDIDAS CÁDIZ
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Puede que su nombre no aparezca en ningún informe arqueológico y que los libros de Historia nunca vayan a recoger sus hazañas, pero los peones -ahora reconocidos como auxiliares de arqueología- han protagonizado todos y cada uno de los hallazgos que se han producido en Cádiz desde que se comenzase a prestar atención a los vestigios dejados por 3.000 años de incesante paso de civilizaciones. Trabajadores cualificados sobre los que los auténticos arqueólogos depositan su entera confianza. Les toca el trabajo físico más duro, pero también la recompensa de extraer de las entrañas de la tierra los tesoros del pasado.

José García García, apodado El Medina por su lugar de procedencia, es el más veterano de la conocida como cuadrilla de Cádiz. Lleva excavando la tierra desde principios de los 80 y no tiene dudas al afirmar que la arqueología es «un trabajo mucho más bonito» que el de la construcción.

Trabajo bien hecho

La cantidad de yacimientos en los que ha trabajado a lo largo de estos años es innumerable y está tan seguro de la experiencia que él y sus compañeros acumulan que asegura que «los arqueólogos, si quieren, nos pueden dejar solos trabajando». Una afirmación que corrobora Paloma Bueno arqueóloga de la empresa Arqueogades, que actualmente trabaja con ellos en el solar donde se construirá la futura Ciudad de la Justicia y donde, aunque se guarda un tremendo celo, se sabe que se están produciendo grandes hallazgos. «Aprecian su trabajo y no descuidan nada. Son auténticos profesionales que nos ayudan muchísimo. Conocen los estratos del terreno y cómo tratarlos. Saben identificar los restos y extraerlos con el mayor cuidado. Su trabajo no lo puede hacer cualquiera», subraya Bueno.

Comenta Manuel Lucio Macías que «sabemos lo que hacemos. Sólo viendo el color de la tierra somos capaces de detectar una incineración». Tiene 38 años y lleva desde 1986 trabajando con arqueólogos. Para él, lo más agradable de su trabajo es «ir aprendiendo con los arqueólogos. Al principio no sabía de tipos de cerámica, de formas de enterramientos, pero la experiencia te lo va enseñando» y recuerda con satisfacción el día que «encontré las terracotas en el solar de Juan Ramón Jiménez. No nos lo podíamos imaginar». Su primo Juan Antonio Macías Jiménez -la profesión viene de familia- empezó en esto con sólo 18 años, nada más y nada menos que en la excavación del Teatro Romano. Disfruta «cuando salen las cosas, sobre todo los ajuares funerarios», aunque se queja de «la dureza del terreno, el estar a la intemperie y los sillares de las tumbas, que pesan mucho». Esfuerzos que olvida al ver, por ejemplo, «los colores del mosaico romano de Puerto Real».

El Medina, Manuel y Juan Antonio son sólo una muestra de aquellos que trabajan en la sombra pero que contribuyen a la recuperación del patrimonio. Por eso, les gustaría «un mayor reconocimiento» de su trabajo y que «se luchara más por conservar los restos».