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Buena cosecha de estatutos

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Si la economía va bien, disminuye el paro (aunque no el empleo temporal) y el Estado cierra su balance anual con superávit, ¿cómo se explica que una mayoría de españoles vea negro u oscuro el futuro económico? Se explica mal. Se entiende bien, por el contrario, que las turbulencias estatutarias procedentes de Cataluña, esbozando hipotéticas/verosímiles crisis políticas en Madrid y Barcelona promediada la legislatura, difuminen algo la figura del presidente Rodríguez Zapatero y realcen las perspectivas electorales del PP. Da la sensación de que ZP y el PSOE se están dejando muchas plumas en la inacabable redacción/negociación del proyecto de estatuto catalán.

Este asunto tiene tres vías para llegar a sus tres puntos de destino posibles: a) negociaciones prolongadas más allá de lo razonable (y se ya está a las puertas de lo irrazonable); b) un fin abrupto si retirasen el proyecto sus proponentes, y c) un acuerdo entre las partes, el Gobierno central y los cuatro partidos que lo aprobaron el proyecto en el Parlament. Las vías a y b desgastarían aún más al presidente Zapatero, que es el responsable último, o primero, del proceso de reformas estatutarias que se han puerto en marcha.

Pero si la vía a se limitaría a prorrogar la confusión reinante, en la que rasgan las tinieblas circunstanciales las palabras decrecientemente apocalípticas de Mariano Rajoy, la vía b, retirada del proyecto, abriría un foso entre Cataluña y el resto de España, agravaría la hilvanada situación del Gobierno de la Generalitat y colocaría a Zapatero, posiblemente, en el trance de acortar la legislatura, sin convocatoria inmediata de elecciones, eso sí, pero con su horizonte puesto, como el de las municipales, en el 2007.

Va a ocurrir, sin embargo, lo previsto desde hace meses: arrancando de las circunstancias de su propio deterioro, Zapatero se elevará a última hora, finales de enero, sobre sí mismo para ultimar con los proponentes catalanes un acuerdo sobre el mejor de los estatutos posibles, es decir, sobre un texto escrupulosamente constitucional, pero con propuestas innovadoras y atrevidas sobre financiación, y, en algún punto no precisamente esencial, sobre entendimiento bilateral Generalitat-Moncloa.

En tres o cuatro semanas podría dar un vuelco el panorama estatutario del país, y como las reformas arrancan de una promesa electoral de Zapatero, va a intervenir éste en la recta final de las negociaciones actuales, como intervino en la última fase de las que finalizaron en el texto del Parlament. Es de esperar, sin embargo, que esta nueva mediación del presidente lime toda arista que no pueda pasar por el fielato de la Comisión Constitución del Congreso. Y como esta es la previsión y la única vía no dramática del Estatut, se podría apostar fuerte por ella.

Del estatuto catalán depende en gran medida la reforma estatutaria del País Vasco. Ibarretxe ha reaparecido en estas fiestas sobre el salvavidas de su plan, elogiándolo en lo que vale, que para él es mucho y, para otros, incluida la nueva presidencia del PNV, es menos. Josu Jon Imaz anunciaba ayer que pondrá el plan sobre la mesa como una propuesta de negociación (no de imposición), pero el consenso final, porque de consenso de trata, habría de contar al menos con el mismo apoyo que obtuvo el estatuto de Guernica. Pues sí, en Euskadi se vuelve al consenso. Y el PNV sabe que no puede haber consenso sobre el soberanismo delirante del 'plan Ibarretxe'. Ni sobre un soberanismo menor. ¿Vivan los estatutos!