escuela de carnaval

Cuando aquel verano de 2003 Jose Mari me llamó para decirme si quería salir con ellos ese año, al principio dudé si deseaba volver al mundo del Carnaval y todo lo que conlleva. Pero la duda pasó tan rápido como estos tres años que llevo con ellos.

No me arrepentí y no me equivoqué. Si algo me llamaba la atención de esa llamada, era la confianza. Ni yo me crié en su estilo, ni era lo suficientemente cómico como ellos. Pero sí era uno de ellos. Y esa poderosa razón, la unidad y la amistad, es la que hace que un grupo dure 16 años sin más cambios que los que obliga la vida.

Primer principio que deberían enseñar en la Escuela del Carnaval. Verdadera escuela que me cambió los hábitos y me enseñó que, a veces, es más difícil hacer un pasodoble a la medida de un tipo que no valga para otro año que no sea ese, que la ilusión por salir comienza desde el local de ensayo (sin duda el lugar que más alegrías me da), que la palabra divertir no empieza por d sino por divertirse primero uno en el escenario.