EN CUARENTENA
Amina
El agradecimiento de la chica, musulmana, la acerca una y otra vez a este tramo de la dársena donde se siente protegida y en paz más allá de credos. Al final, todo el calor emana del mismo sol
Ha habido suerte esta tarde y la pequeña furgoneta apunta con su intermitente el hallazgo nada más superar la esquina de Procurador: un hueco para aparcar en plena calle Castilla. Y justo el día que más falta hace. Marzo suele ser un mes afortunado. Hace dos primaveras, Amina fue madre tras años como nómada sin horizonte, sin patria y sin alma. Este viernes camina henchida hacia la casa hermandad de La O, donde encontró su refugio cuando luchaba desesperada por la supervivencia seis meses después de llegar a Sevilla y aún con las pesadillas nocturnas de aquella frágil patera que la dejó en la arena tarifeña. Aquí fue acogida en el proyecto Esperanza y Vida para que pudiera sacar adelante su embarazo y su maternidad, como viene haciendo la corporación del Viernes Santo desde 2007 con tantas y tantas mujeres sin recursos, y esa ayuda ha servido para construir un vínculo inmarcesible con su nueva familia trianera que supera cualquier barrera cultural y religiosa. El agradecimiento de la chica, musulmana, la acerca una y otra vez a este tramo de la dársena donde se siente protegida y en paz más allá de credos. Al final, todo el calor emana del mismo sol.
Su hija ya apenas se tambalea y, aunque la acera es estrecha, alcanza la parroquia de la mano de su madre sin un solo rodillazo contra el suelo. Antes de adentrarse en el callejón de las antiguas almonas buscando el paseo fluvial, prefiere desviar su recorrido y acercarse un minuto con su párvula al escalón de mármol junto a la Virgen. Al fin y al cabo es Cuaresma. Sin oraciones ni aspavientos, sólo para mirarla a los ojos, agachar levemente la cabeza como muestra de respeto y apretar la mano de la pequeña para recordar qué es lo que de verdad importa. Por muchos años así. Insha´Allah . Entre cruces de medias sonrisas cómplices, madre e hija dan la vuelta por la calle del párroco Ramos Lagares y son recibidas un día más por los responsables del encomiable plan de apoyo. Pero esta vez no vienen a recibir sino a dar. Sorprendidos, conmovidos, los encargados del proyecto solidario comprueban que el primo de la muchacha llega poco después desde su vehículo algo fatigado y cargado con el carrito y el capazo que la hermandad regaló a la joven magrebí semanas antes del parto. «Lo he lavado todo mucho y están como nuevos. Seguro que le hace falta a otras chicas, que mi niña ya no lo necesita. Y muchas gracias, me han venido tan bien...». El círculo de gratitud se cierra. El perfecto redondel del amor. El mismo que en este rincón de la ciudad que huele a río da nombre a una advocación infinita. La que sostiene la esperanza de vivir, que en estos meses oscuros es esencial. La chiquilla está cansada. Amina tiene que coger en brazos a su saghira , cuyo nombre, como el del resto de críos a los que este programa ha amamantado, irá grabado en la candelería del palio la próxima vez que salga la cofradía. El de una nueva sevillana que a la vez es la más antigua, cerrando la eterna circunferencia. «Vámonos a casa, que se hace tarde, Macarena».