Sábado de Pasión: lecciones que dan las vísperas
Miles de sevillanos recorrieron decenas de kilómetros para no perderse unas cofradías que abrieron sus barrios al resto de la ciudad
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El Sábado de Pasión ya no es un día de transición en el que se mira permanentemente a las horas que restan para alcanzar el Domingo de Ramos. La jornada que cierra las vísperas se ha ganado la devoción de miles de sevillanos, capaces de cubrir decenas de kilómetros para no perderse ni una de las cofradías que componen la nómina del día.
La dispersión de las distintas salidas y la falta de una conexión ágil y directa entre los barrios de la zona este, San José Obrero y Ciudad Jardín obliga a usar el vehículo particular. Esto provocó que llegar a cada etapa, tras haber visto una procesión, suponía dar unas cuantas vueltas por el barrio elegido porque el Sábado de Pasión atrae a mucho público. Sirva el ejemplo del cuentakilómetros del vehículo de esta redactora de ABC, que ha sumado al finalizar el día cerca de 60 kilómetros.
Esa cifra da una idea de lo lejos que puede resultar para el imaginario cofrade hermandades como Padre Pío, Torreblanca o Divino Redentor (Parque Alcosa); pero también cómo el buen hacer de estas cofradías ha logrado acortar distancias. Es la primera lección de las muchas que dieron las cinco hermandades que procesionaron este sábado en el sentido más auténtico de la palabra.
Cuando el sol más apretaba, pasadas las tres de la tarde, salía la primera del día y la que afrontaba el recorrido más largo. Todo un ejemplo de esfuerzo y entrega por sacar dos pasos a la calle. En la parroquia el Buen Pastor de Padre Pío, la emoción de los vecinos se podía simplemente tocar. El Cristo de la Salud y Clemencia y la Virgen de la Divina Gracia obraron una vez el milagro de atraer hasta ese punto tan alejado de la carrera oficial, junto a la SE-30, a muchos sevillanos que quizás no vuelvan a pasar por allí hasta el próximo Sábado de Pasión. Esa es otra de las lecciones del día, el poder de unas hermandades que abren sus barrios al resto de la ciudad y qué bien sienta esa permeabilidad.

Al poco de salir, al nazareno que tallara Fernando Murciana se le descolgó uno de los brazos y fue durante todo la procesión con esa pieza suelta. No es la primera vez que le ocurre. Ya en 2017 sufrió un accidente similar que obligó a sustituir el juego de los brazos.
Sin percances y con un andar exquisito, acariciando los varales, salió el palio. «Ése es el paso», le insistía a la cuadrilla el capataz Rafael Rodríguez. Y sí, qué bien anduvo la Divina Gracia de Álvarez Duarte, que este año cumplía 30 años de su primera salida. Siguiente lección del día.
Mirando a la parroquia, un vecino había abierto las puertas de su humilde cochera para ver a su hermandad. Había vestido con fundas de blanco inmaculado dos sillas de plástico. Para este vecino de Padre Pío, el Domingo de Ramos ya había llegado a su casa.
El poder sanador de Torreblanca
La veterana del día y la que más nazarenos saca impartió la lección de cómo las cofradías tienen el poder de sanar aunque sea por unas cuantas horas. La plaza del Platanero, un lugar marcado por la marginalidad, se volvió a colonizar de sevillanos que no transitarían por este lugar si no fuera porque se ponía en la calle el portentoso misterio de la hermandad de Torreblanca. Algunas de las viviendas se reconvirtieron en quioscos para unos cofrades sedientos. Bendita normalidad pensaría más de un policía de los que acompañaban el cortejo.
En la parroquia de San Antonio de Padua coincidieron el alcalde, Antonio Muñoz; el arzobispo Saiz Meneses; el delegado de la Junta en Sevilla, Ricardo Sánchez; el pregonero, Enrique Casellas o el exhermano mayor del Gran Poder, Enrique Esquivias. El tirón de Torreblanca es incuestionable.
Cuando la Virgen de los Dolores cruzó el dintel de la parroquia, una nube acababa de dar un respiro a un público, que no se movía de la puerta de la parroquia a pesar del intenso calor. Tras las marchas A la Gloria de María y Dolores de Torreblanca, le siguió Macarena y aquí la brecha entre Campana y la calle Ébano se acortó hasta hacerla imperceptible. El libro del día se iba llenando de lecciones.
La jornada tuvo unos cuantos sobresaltos como el brazo que se soltó del Nazareno de Padre Pío o las potencias que le retiraron al Señor del Divino Perdón
La tarde avanzaba, acercando el momento en el que las hermandades se aproximaban a las diferentes parroquias que habían elegido para hacer estación de penitencia. Conforme el sol se fue apagando, las calles se fueron llenando aún más de público. En el Parque Alcosa, el vecindario abrazó a su hermandad durante la primera parte del recorrido. En avenidas como Ildefonso Marañón, que podrían resultar frías por su amplitud, el calor lo ponían las filas de público y salía también de los balcones de los pisos. Larguísima chicotá la del Nazareno del Divino Perdón andando bajo los sones de Presentación de Dos Hermanas, que no ahorró en solos de corneta para deleite del público.
Si bien el plato fuerte llegaría entrada la noche, cuando los pasos alcanzaban la parroquia de los Desamparados donde iban a realizar estación de penitencia. Poco antes, al Señor le habían tenido que retirar las potencias después de que se soltara una y no pudieran recolocárselas. La jornada no ganaba para disgustos a los priostes.
En la basílica de María Auxiliadora se vivió otro de los momentos cargados de más emoción. Ahí nació la hermandad de San José Obrero antes de ser trasladada a su actual barrio y hasta allí decidió hacer estación de penitencia. Bellísimo el exorno que llevaba el paso de palio de la Virgen de los Dolores. La composición floral bien podría haberla elegido una novia para su ramo. Sin duda, se ha impuesto con fuerza las tonalidades múltiples en las flores, tanto en los palios como en los montes de los pasos de Cristo.
Ambientazo
Mucho público para ver pasar a esta cofradía por la calle Jabubo. Los bares de la zona hicieron caja porque los veladores se llenaron con bastante antelación aprovechando que retransmitían el partido del Sevilla y los bares optaron por sacar las pantallas a la calle.
Y Ciudad Jardín con una hermandad, la Milagrosa, que va ganando enteros no sólo dentro de su corporación sino también en la calle, dejando la última lección del día. Se ha convertido en imprescindible; si bien en la jornada de ayer tampoco se escapó de los sobresaltos. Parte de un candelabro se soltó y fue necesario quitarlo.
Para el recuerdo los sones del coro gaditano de Julio Pardo, recientemente fallecido, que le cantó a la Virgen del Rosario a la salida. Rosario como la patrona de Cádiz y a la que tanto honró un corista que es historia del Carnaval. Esa ligazón con la provincia vecina fue el último ingrediente de un Sábado de Pasión que mira ya sin complejos a la semana que empieza hoy.