Las ventajas del calor
Hay mucha gente que no diferencia bien si está de verdad enfadada o solo tiene calor. Interpretan mal la señal
Para los que tenemos un natural fantasioso, lo más normal cada vez que llega una ola de calor es acordarnos del señor Mersault, el protagonista de Albert Camus en el 'El extranjero'. Bueno, tampoco es que sea lo más normal, lo del existencialismo es demasiado ... profundo para estas temperaturas, no sé si me explico; podría acordarme de las chicas Chin chin, –que sé que usted también recuerda aquello de «¡Ay que calor!»– o de Radio Futura y sus tribus ocultas cerca del río. Podría incluso acordarme de Los Rodríguez «y que abras esa botella y brindemos por ella» y lo que sigue. Pero a mi natural fantasioso no le sientan demasiado mal unos cuantos grados de más, ni siquiera por la noche, ni siquiera cuando son las cifras las que se encargan de poner la letra a la canción del verano.
Dicen los expertos –los 'calorólogos', se entiende–, que con las altas temperaturas nos volvemos más irritables, más agresivos y más estresados. De hecho, un informe reciente realizado por alguna universidad de nombre y procedencia impronunciables, estima que las olas de calor se relacionan estrechamente con oleadas de crímenes, accidentes de tráfico, divorcios, bajo rendimiento laboral, depresiones… en fin, que el calor afecta, y de qué manera, en el cabreo generalizado. De hecho, la responsable del informe del calor lo tiene clarísimo «hay mucha gente que no diferencia bien si está de verdad enfadada o solo tiene calor. Interpretan mal la señal». Mi natural fantasioso también lo tiene muy claro. No hay que enfadarse por nada, que ya pasará el calor.
Por eso esta semana, veo las cosas desde otro punto de vista y, si le digo la verdad, no se está tan mal en este lado del Edén. Y ahora ya sé que las calles de Cádiz se baldean cada mañana bien temprano, también lo habrá visto usted en Twitter, que es el único sitio donde se pueden ver estas cosas; no caiga en la tentación malsana de fijarse en la esquina de su casa, que eso es lo que harían las malas suegras. No, usted fíjese solo en las fotos de las calles «escamondaítas», «tras un fregao en condiciones», y relájese. También sé que ya no hay campamentos urbanos ilegales en nuestra ciudad, porque el Ayuntamiento ha ordenado desalojar los fosos de las Puertas de Tierra, las bóvedas de Santa Elena, los bajos de La Caleta, y hasta un lateral de la Peña La Perla de Cádiz que empezaba a parecerse a «La Rana Verde», desmantelando todas las acampadas, las de las personas sin hogar y las de los turistas sostenibles a los que les sale muy baratito veranear en la ciudad más cara de España –no lo digo yo, lo ha dicho «Rastreator» y usted sabe que siempre me documento– en una tienda de campaña. Volverán, claro, como vuelven siempre.
Yo, de momento, y mientras no se vaya el calor, he decidido ver solo las cosas buenas que ocurren en nuestra ciudad y el karma ha sido muy generoso conmigo esta semana. Verá. Investigadores del CSIC han descubierto y descrito una nueva especie de cangrejo en La Caleta, un cangrejo araña que se llama Inachus Gaditanus y que convive con las ortiguillas; y también en estos días se han presentado en sociedad una nueva especie de babosa caletera, la Runcina Caletensis y una araña saltarina –no lo digo yo, lo dice la revista Zootaxa– a la que han llamado Phlegra blaugrana por los colores que muestra la araña macho en su abdomen. Ya ve, hasta los bichos nuevos quieren vivir entre nosotros, para que luego digan los derrotistas que aquí no va a quedar nadie; nada más lejos de la realidad, y así lo demuestra la ciencia, cuando no quede nadie, quedarán los bichos.
Y es que, a veces, nos quejamos por gusto. Nuestra ciudad, nuestra provincia, está de moda. Desde el pasado viernes tenemos dos vicepresidentas gaditanas en el Parlamento de Andalucía –ni se le ocurra pensar en la vicepresidencia que le han regalado a Vox, recuerde que estamos en modo zen–, la Feria del Libro se ha consolidado como la mejor propuesta del verano gaditano; a partir de septiembre vamos a tener trenes gratis, la conmemoración del maremoto de 1755 va a ser declarada Bien de Interés Cultural, la Sail GP ya tiene programa de ocio –no, no piense que otra vez carnaval, flamenco y dj–, el Ayuntamiento pondrá la rampa en Catedral para la Magna, volvemos a tener Mercado Andalusí –insisto, no se envenene– en agosto, y poseemos el centro comercial más antiguo –antiguo, no viejo– de Occidente «30 siglos contigo»; Vizcaíno ya ha anunciado una rebaja del veinticinco por ciento en el abono de Cádiz C.F al que vaya a todos los partidos y el Levante se fue el viernes y no nos molestará en unos días ¿Qué más quiere?
No es tan difícil, de verdad. Yo era una derrotista, lo confieso, pero me he dado cuenta de que lo que tengo es calor. Simplemente. Y lo mejor es hacerle caso a los especialistas, a los calorólogos, que dicen que no hay nada como hidratarse para combatir las altas temperaturas. Así que ya sabe, esta semana, también, hemos conocido que nuestra ciudad es la capital de provincia más barata de España para tomarse una cerveza. Todo son ventajas, qué quiere que le diga, aproveche antes de que se vaya la ola de calor, o antes de que suban los precios de la cerveza. Que luego no hace usted más que quejarse.