opinión

Varcárcel irrecuperable

Seguimos igual, incluso en la cosa esta de que paga el vulgo y nos hablan en necio

Yolanda Vallejo

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Que la política y el teatro van de la mano, es algo que nadie discute. De hecho, la política actual –en cualquier nivel– sigue construyendo sus tiempos, sus escenarios y sus acciones como si tuviese que ganarse el aplauso cada noche en un corral de ... comedias. Parte de la culpa la tuvo Lope de Vega cuando se inventó, en 1609, aquello del «Arte nuevo de hacer comedias» y puso en escena un nuevo modo de hacer teatro, que no dependía de la Iglesia, ni de la monarquía, ni de la aristocracia, ni siquiera de la futura burguesía que ya iba dando empujones, sino de una realidad nueva que revolucionaría por completo la escena y terminaría por revolucionar la sociedad: el público –que como usted sabe, siempre tiene la razón– que paga por ver en escena al galán, al caballero, al villano y, sobre todo, al gracioso. Un público que, harto de asistir a homilías interminables y sermones incomprensibles, demanda un nuevo género, la tragicomedia, mezcla de drama y mojiganga, capaz de mantener la intriga y la atención, pero sobre todo de entretener y de soportar tanto la ovación como el abucheo. Vamos, lo que viene siendo una sesión de control al Gobierno –más o menos–, por no detenerme más en disquisiciones ni engolamientos sobre la teoría teatral.

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