OPINIÓN
Señor alcalde
La gente de Cádiz ha puesto en usted las últimas fichas que le quedaban con la ilusión de que en esta mano le salgan mejores cartas y, sobre todo, que las cartas no estén marcadas
Sé que hoy no estará usted para que nadie le planche la oreja, y mucho menos, yo; Pero igual que usted sabe que «ser alcalde de Cádiz es una responsabilidad enorme», yo también me siento responsable, en cierta medida, de nuestra ciudad. Entiéndame, me refiero a esa responsabilidad civil –ya no sé si volveré a decir ciudadana alguna vez- de quien lleva toda la vida viviendo y trabajando en esta aldea vieja, caprichosa y complicada que, a pesar de todo, me parece, igual que a usted, maravillosa. No la hemos cuidado bien, y digo hemos porque considero injusto echarle toda la culpa al ya antiguo equipo de gobierno. Entre todos la mataron, ya sabe, pero ella sola se murió; y todos tenemos nuestra porción de carga en el pastel de las culpas, que lo de mirar para otro lado no sirve como eximente, ni siquiera como coartada. Total, que no era esto lo que yo quería decirle, señor alcalde; y como no sé si usted también le dará a la pluma y nos alegrará los días con sus misivas, aprovecho para escribirle yo, en la esperanza de que al recibo de esta –como ponía mi abuela en sus larguísimas cartas- se encuentre usted bien de ánimo para lo que le espera, para lo que esperamos, los próximos cuatro años. Y lo hago, lo de escribirle, como lo hacían los clásicos, consciente de que lo «scripta manent» mientras que las palabras, se las lleva el viento.
Ayer, con el bastón de mando, recibió usted una ciudad desconocida. Desconocida, porque en estos ocho años todos hemos cambiado mucho. Nos hemos hecho, ¡ay!, mayores y estamos algo resabiados. Ya ve, solo le dimos una segunda oportunidad a los que nos gobernaron en los últimos tiempos y aunque a la tercera, dicen, va la vencida, ha sido usted el que ha vencido en estas elecciones, y con una mayoría amplia. No olvide esto, ni para bien, ni para mal. La gente de Cádiz ha puesto en usted las últimas fichas que le quedaban con la ilusión de que en esta mano le salgan mejores cartas y, sobre todo, que las cartas no estén marcadas. Porque ya no es tiempo de truco, sino de trato y de eso que usted ha repetido tanto en su campaña y que suena tan bien: diálogo y encuentro. Repítaselo a diario, y no escuche mucho a los palmeros que ya están saliendo al escenario dispuestos al jaleo. No los escuche, son los mismos de siempre, los que hasta anteayer se rompían la camisa por los que gobernaban, y hoy se la rasgan por usted. No hace falta que yo se lo diga, pero somos así de previsibles, y de mezquinos. Diálogo y encuentro, en las cosas pequeñas, y en las grandes cosas.
Llega usted en el momento oportuno, aunque se encuentra la casa sin barrer –no es metáfora, es la pura realidad- y las camas revueltas, pero no pierda de vista que es usted el alcalde de todos, incluso de los que han dormido fuera, incluso de los que no lo han votado. El alcalde de todos. No sea sectario, no sea oportunista, no sea arrogante, no sea partidista, no sea hermético y, por encima de todo, no sea utópico. Que de utopías están los infiernos llenos y, además, no sirven para nada. Los pies en la tierra, en esta tierra que tiene más de tres mil años y que siempre ha sabido capear y salir, sin muchos arañones, de los temporales. En esta tierra que tiene que decidir en los próximos cuatro años qué quiere ser de mayor. De más mayor, claro. Mirando al futuro, al inmediato y al no tan próximo, porque como ha dicho usted en más de una ocasión «yo no soy muy de preocuparme por el pasado», y lo pasado, pasado está.
Tiene por delante cuatro años para diseñar eso que llaman «un modelo de ciudad», donde los vecinos y las vecinas –si no lo digo, reviento- nos sintamos en casa. Que no nos sintamos huéspedes ni okupas, ni parte de una escenografía teatral diseñada para el turismo. Que sí, que está muy bien que pongamos los huevos en la cesta del turismo, pero que no nos dejemos deslumbrar por el brilli brilli de lo que puede ser –y ojalá sea- otra burbuja más; que está muy bien contar con los vientos favorables en la Junta de Andalucía y, tal vez, en el Gobierno Central. Y que sí, que también está bien mirar a la bahía, y tener buenas relaciones con los vecinos, pero al final, lo importante es lo que pasa de puertas para adentro, en nuestra propia casa. Hay que mirar más adentro. Y escuchar a la gente, a toda la gente, y saber qué necesita, cómo y cuándo lo necesita y, sobre todo, hay que repetirles a los ciudadanos que son, somos, parte de la solución y no del problema. Que podemos remar todos a la vez para recuperar el rumbo perdido, para que nadie se quede atrás, para que realmente nos sintamos en casa, pero que alguien debe marcar la ruta. Y eso, ya lo sabe, le toca a usted.
Así que solo le pido que ponga en práctica lo que ha venido predicando, porque ahora es el momento de dar trigo «el trabajo, la dedicación y el compromiso es lo que hace que una ciudad avance. Eso es lo que vamos a hacer y cumplir en los próximos cuatro años». Con eso, me doy por satisfecha, y creo que la ciudad, también.
Mucha suerte, señor alcalde.