la hoja roja
No hay quinto malo
De vez en cuando, los periódicos hablan de nosotros y no hablan mal. Ya es un logro, qué quiere que le diga, haber pasado de ser la capital del paro a ser el non plus ultra del turismo no ha sido fácil, pero sí ha sido rápido
De vez en cuando, los periódicos hablan de nosotros y no hablan mal. Ya es un logro, qué quiere que le diga, haber pasado de ser la capital del paro a ser el non plus ultra del turismo no ha sido fácil, pero sí ha ... sido rápido. Lejos quedan ya los tiempos de 'Callejeros' en los que la ciudad sonreía descarada ante las cámaras, alimentando una leyenda llena de tópicos: que si la bata y las babuchas, que si la basura arrojada desde los balcones, que si el bingo caletero, que si graciosillos, que si flojos… acuérdese, no hace ni siete años de aquellas declaraciones del entonces presidente de la Asociación de Empresas Fabricantes y de Servicios de Córdoba, Miguel Ángel Tamarit -¿por dónde andará?- que lamentaba que la provincia cordobesa no merecía ser la segunda de Andalucía en tasa de paro, después de Cádiz «donde la gente es muy graciosa pero no se trabaja». Nos habíamos acostumbrado a ser los peores en casi todo, y ya casi que no nos dolía. Hasta una agencia de detectives -Wintermann se llamaba- especializados en casos laborales, publicaba en 2008 que Cádiz encabezaba la lista del escaqueo: los gaditanos eran los que más se ausentaban de su puesto de trabajo, en toda Europa.
Y luego, todo el catálogo de excusas que repetíamos como una salmodia, que si la ciudad no tenía futuro -ni presente, claro-, que si los que se tenían que ir por el puente, que si los pitos de las ollas y los niños que pasaban hambre… ya sabe, de aquellos polvos vinieron los lodos que atascaban las ruedas -eran los palos, pero me venía mejor lo de los lodos- y la culpa entera era siempre de los otros, que de autocrítica hemos estado siempre cortitos. El gobierno central nos maltrataba, el autonómico nos ignoraba y el Ayuntamiento se nos antojaba como un cristo crucificado entre dos ladrones. Abandonados a nuestra propia suerte.
Pero la suerte, ya lo decía Juan de Mena, es mudable -» como las nautas que van en poniente fallan en Cádiz la mar sin repunta»- y caprichosa. Y nos pusimos de moda.
Primero que si las tortillitas de camarones, después que si la peregrinación a El Manteca, más tarde que si los atardeceres más bonitos del planeta, y cuando nos vinimos a dar cuenta, ya habíamos entregado nuestras calles, y nuestras casas, al turismo. Un turismo, dicho sea de paso, que no es tan salvaje como en otras ciudades, pero igual de invasivo, y altamente viral. Todo el mundo quería venir a Cádiz -con un itinerario en la mano para cumplir con cada una de las estaciones- y todo el mundo contaba en sus redes sociales las maravillas de la ciudad. «Esto solo pasa en Cádiz», dicen, como si hubiesen descubierto una extinta tribu y estuvieran realizando una expedición entomológica. «Qué luz y qué sol», «ni tan mal», «aquí, sufriendo», ya sabe, el starter pack del viajero moderno.
No hace mucho 'bajaron' unos amigos de Madrid que, en apenas cuarenta y ocho horas, cumplieron todos los preceptos de los influencers de turno, fueron a Conil, a Vejer, a Villaluenga, aplaudieron la puesta de Sol en Cádiz, en El Puerto, en Rota y en Chipiona, fueron al mercado gastronómico, a La Manzanilla, al Faro, a Las Flores, subieron a la Torre Tavira, estuvieron en el Falla, tomaron el sol en La Caleta y cenaron cuatro veces en los chiringuitos de Zahora. Acabaron reventados, claro, y empachados, pero en su pequeña cartilla de baile pudieron tachar prácticamente todos los ítems recomendados por los que le precedieron.
Nosotros, los de aquí, no entendemos nada. Tampoco lo entendíamos antes, pero, al menos, podíamos quejarnos. Ahora, ni eso. Esta semana conocíamos que 'Elección de la Ciudadanía' -una iniciativa de ConsumerChoice, que parece Grijandermor, pero no lo es- nos ha otorgado el quinto premio en el apartado de ayuntamientos ejemplares. No está mal, teniendo en cuenta que solo nos superan A Coruña, Alicante, Barcelona y Bilbao, y que el sondeo se realiza entre los ciudadanos, y ciudadanas; es decir, que el premio a nuestro Ayuntamiento se lo hemos dado los de aquí, que por lo que se ve, estamos muy satisfechos con la calidad de los servicios municipales, la gestión pública y el bienestar social. Dice la empresa que lleva esto que «el reconocimiento aumenta la visibilidad del Ayuntamiento, atrayendo nuevas oportunidades y posicionándolo como un referente a nivel regional y nacional».
Un notable le hemos dado a la gastronomía y un aprobado alto al turismo, al ocio y a la cultura. No está malote. Lo mismo, de tanto repetirlo, hasta empezamos a creérnoslo, quién sabe.