La Hoja Roja

El oso perjudicado por Barbara Streisand

Lo del efecto Streisand es tan viejo como decirle a un niño que no meta los dedos en el enchufe, el calambrazo está asegurado

Los humanos, y las humanas, somos así de previsibles y de simples. No hace falta ni que nos prohíban algo, basta con que se nos diga «no toques ahí», «no mires» o «por ahí, no», para que vayamos todos en peregrinación. Ocurre siempre y de ... manera inclusiva, sin distinción de edad, sexo –o género-, procedencia… es la irresistible atracción por transgredir los límites, que es tan antigua como el Génesis; y no hace falta que le cuente otra vez lo de Adán, Eva y la serpiente, porque llevamos dos mil años pagando la factura por comerse un pero a destiempo. Adán, ya lo sabe, fue el que le puso nombre a todas las cosas, menos a la costumbre de espiar por la cerradura lo que esconde la puerta cerrada. A eso, sin embargo, le puso el nombre Barbara Streisand, al menos en versión moderna, no sé si se acordará. En 2003 la actriz de 'Tal como éramos' denunció a Kenneth Adelman por violar la privacidad con una fotografía en la que aparecía su mansión en California. Cincuenta millones de dólares le pedía la Streisand en compensación por daños, además de que se retirase la imagen de Internet. Perdió el juicio, claro está, porque la fotografía aérea en cuestión que recogía imágenes de la playa de Malibú, formaba parte de un trabajo realizado para documentar la erosión marina en la costa californiana. El efecto fue tan desproporcionado que en menos de un mes, más de quinientas mil descargas hicieron posible que una imagen intrascendente se convirtiera, casi, en un síndrome.

No es el único ejemplo en la historia de que, por norma general, nos gusta más el dedo que la luna. Les pasó a Akenatón y a Eróstrato, condenados a un olvido que nunca fue distancia sino atracción fatal; le pasó a Orson Welles con 'Ciudadano Kane', a Rajoy con su «Viva el vino», a las niñas de Zapatero pixeladas y góticas, a John Cobra -y ahora, reconozca que no se acordaba de los gestos obscenos del cantante que le valieron para ser el más votado en un concurso televisivo de Eurovisión- o al secuestrado 'Fariña' que se convirtió en uno de los libros más vendidos precisamente por estar prohibido. Total, que lo del efecto Streisand es tan viejo como decirle a un niño que no meta los dedos en el enchufe, el calambrazo está asegurado.

Esta semana, el Hospital Puerta del Mar estrenaba decoración navideña con luces, bolas, espumillones y un oso gigante con la cabeza en su sitio y un cartel a su derecha en el que daba las gracias –con poca gracia, por cierto- por la operación de cervicales –o de estética- que le habían realizado en el centro hospitalario. Ahí lo tiene, el efecto Streisand haciendo de las suyas. Porque si desde nuestro Ayuntamiento ya dijeron alto y claro que no querían volver a hablar del oso de la cabalgata de Reyes del pasado año: «nos parecía injusto poner el foco en algo que no deja de ser una anécdota», el foco, irremediablemente, ha vuelto sus misericordiosos ojos al oso perjudicado que nos convirtió en trending topic y con el que abrimos informativos en Alemania, Japón y Estados Unidos. Aquella anécdota –en eso estoy totalmente de acuerdo con el Ayuntamiento- sirvió, no para que se rieran de nosotros, como se interpretó en algún momento, sino para que la gente se riera con nosotros. En la preposición está la gracia, que estábamos muy faltos de risa, por cierto.

Yo, qué quiere que le diga, le tengo mucho cariño a mi oso perjudicado, y tal vez no por los motivos que usted piensa, que lo de poner nombres no tiene mérito, y si no, que se lo digan a Adán. El oso perjudicado, con su minuto de gloria, fue en sí mismo, una campaña promocional –gratuita- de nuestra ciudad como nunca habíamos tenido otra. Durante días todos los medios hablaron de Cádiz, del humor gaditano, de esa manera de tomarnos las cosas tan peculiar que tenemos. El oso fue en sí mismo un símbolo de resiliencia, esa palabra que tanto y tan mal se emplea, un símbolo de nuestra supervivencia, un estamos aquí y estamos bien y nos reímos, porque al mal tiempo siempre hemos sabido ponerle buena cara.

Este año se evitará cualquier referencia al oso perjudicado en el recorrido de la cabalgata de Reyes. Se invertirán «mayores recursos y las figuras están todas muy cuidadas», según dicen desde el Ayuntamiento, como si tuviesen que justificar lo del año pasado. En redes sociales, la gente sigue pidiendo que vuelva el oso, que vuelvan las princesas, que vuelva la esfinge harta de bollos… y yo habría incluso pedido más: que el oso tuviera una carroza propia, que acompañara a los Reyes Magos, o al cartero, o a la estrella de Oriente, o que se llenaran las calles de osos perjudicados cantando villancicos. Hacer marca de nuestro oso no hubiera sido difícil y, tal vez, habría atraído a gente de otras localidades a nuestra ciudad, ya que ni el alumbrado ni el comercio lo han conseguido.

Los prejuicios nunca son buenos compañeros de viaje, porque terminan por amargarle a uno la excursión. Al final, quiera o no quiera el Ayuntamiento, el oso perjudicado está sufriendo el efecto Streisand y este año la gente estará más pendiente de la cabalgata de Reyes, por si acaso. Será, como dicen los organizadores, «una apuesta nueva, colorista, muy brillante y muy mágica para los niños y las niñas, con mucha calidad en las animaciones, aunque no sean tan divertidas».

Pues eso, que no será lo mismo.

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