OPINIÓN

La peor ciudad para vivir

Nos movemos del blanco al negro, sin pasar por los grises, eso es evidente

Yolanda Vallejo

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Ya se sabe que cuando el diablo no tiene nada que hacer, con el rabo mata moscas. Antes se llamaban serpientes de verano y tenían más que ver con invasiones de marcianos, confabulaciones para cargarse a un presidente, o con apariciones parapsicológicas que animaban los ... periódicos en los meses de canícula. Pero desde que vivimos rodeados de fenómenos paranormales -y para no normales-, la cosa ha dejado de tener interés informativo. A estas alturas, si se apareciera la Virgen a unos pastorcitos o a Yolanda Díaz, por ejemplo, ni nos sorprendería. Y no es que nos hayamos vuelto demasiado crédulos, o demasiado mansos, sino que la realidad supera tanto a la ficción que hace mucho tiempo que peligra nuestra capacidad de asombro. Ya ve, hemos ganado la Eurocopa y aquí nos ha dado por reivindicar que Gibraltar es español, porque en eso de juntar a las churras con las merinas seguimos siendo los mejores. Rancios nos ha llamado Picardo -se ha quedado corto, pero se lo perdonamos por aquello de la cortesía británica- por sacar a pasear al Paco Martínez Soria que seguimos llevando dentro, y que ha obligado a que la ministra Alegría tenga que echar mano del contexto -malo es cuando algo hay que contextualizarlo para buscarle justificación- y decir que la política exterior de un país la establece el Gobierno y no una panda de futbolistas, aunque a esa panda de futbolistas los hubieran jaleado más de medio millón de personas en la plaza de Cibeles.

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