Hoja Roja

El mundo de ayer

Quizá mirar hacia adelante es una forma de protección tan válida y tan legítima como otra cualquiera. Hace frío fuera -y llueve- y virgencita, que me quede como estoy

Yolanda Vallejo

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Ahora que a todo el mundo le ha dado por descubrir –o redescubrir- a Stefan Zweig y a canonizarlo como una de las voces más autorizadas para explicar un siglo XX que se está pareciendo muchísimo al XXI, es cuando habría que leer «El mundo ... de ayer. Memorias de un europeo», una autobiografía –o no- publicada a los pocos meses del suicidio de Zweig, y en plena guerra mundial. En ella, describe el mundo tal y como se lo entregaron sus padres, un mundo de seguridad que resultó ser un castillo de naipes dispuesto a saltar por los aires y hacer pedazos la vida de la gente sin que nadie pudiera evitarlo. Entre todos la mataron y ella sola se murió, la vieja Europa, la hija de Agenor, la nieta de Poseidón, raptada por el toro blanco que la acechaba en la playa. Hermosa Europa, la que cabalgó las olas del mar Egeo hasta llegar a Creta, la misma Europa desangrada en guerras durante siglos, compuesta y descompuesta a lo largo de una historia repetida. Lo que hace Zweig no es, ni más ni menos, que leernos los posos del café para todos que fue el siglo pasado; nadie escarmienta en cabeza ajena, pero no estamos dispuestos a admitirlo.

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