Hoja roja
Llueve sobre mojado
Si nos movilizáramos con la misma energía y si pusiéramos el mismo empeño en los problemas que esta ciudad tiene, tal vez nos iría mejor, o peor
No somos por aquí muy estoicos. Nunca lo hemos sido, y ni falta que nos hace, podría decir usted. Y diría bien, porque aquí somos más de aplicar lo de a grandes males, grandes remedios. Tan poco estoicos somos, que lo de la templanza y ... la calma ni siquiera lo hemos registrado en nuestra cadena genética. Decía Epícteto -que era un estoico como la copa de un pino- que a la gente no les molestan las cosas, sino las opiniones que se dan sobre las cosas; una verdad como un templo. Ya lo decía el portavoz de AIG en el pleno extraordinario del pasado jueves, en el que se aprobaron los presupuestos municipales de este año: «No solo votamos en contra, sino que estamos absolutamente orgullosos de hacerlo» -que te vayas enterando, Bruno, le faltó decir- sabiendo que, a pesar de su voto en contra -con orgullo- saldría adelante la propuesta del equipo de gobierno porque tiene mayoría absoluta en el Ayuntamiento. También el portavoz socialista se pegó el desahogo y remató su intervención dando el motivo de por qué votaban en contra del presupuesto: «porque no nos fiamos de usted. No es un político de palabra».
Lo del pleno extraordinario para dar conformidad al presupuesto municipal fue, qué quiere que le diga, un «paná». Tres votos de diferencia -por las ausencias- para la aprobación de lo que unos ven como los presupuestos más sociales de la historia -más que los del año pasado pero menos que los del que viene, se supone- y otros consideran un lastre para la ciudad y un despilfarro absoluto. Que no son las cosas, sino la opinión que se tiene de las cosas, como le dije antes. Y mucho me temo que esto va más de prejuicios que de opiniones. O lo que es lo mismo, de posturas enfrentadas destinadas a no entenderse nunca y a no pensar en el interés de la ciudad sino en el del partido que representan. Que sí, que lo del presupuesto más social de la historia ya nos suena de antiguo y que lo del «ustedes viven en el frentismo» del alcalde no deja de ser una acotación lógica del papel que representa cada uno en el teatrillo municipal. Porque llueve sobre mojado, y ya sé que decir esto, después de quince días seguidos lloviendo suena a maldad. No lo es, se lo aseguro.
Siempre he dicho que Cádiz es una ciudad difícil para gobernar. Aquí, importa lo que importa. «No es lo que tenemos, sino lo que lo disfrutamos», decía Epicuro -muy filosófica estoy esta semana- que para eso era un gran hedonista; esa es la base sobre la que se asienta esta ciudad que se paraliza por el Carnaval, la Semana Santa, por estampitas de comparsistas y de pasos, o por el reparto gratuito de topolinos en la gran inauguración de la primavera en Cádiz y que solo se acuerda de santa Bárbara -no la de la pérgola mamotreto- cuando truena. Si nos movilizáramos con la misma energía para otros asuntos, si pusiéramos el mismo empeño en los problemas que esta ciudad tiene, tal vez nos iría mejor, o peor.
Desde fuera, siempre se ven las cosas muy fáciles y en un ejercicio de total simplificación pensamos que una ciudad es como una comunidad de vecinos; hay que priorizar las necesidades, administrar los ingresos y gastarlos atendiendo primero a lo urgente, y luego a lo importante. Si preguntásemos por la calle a los vecinos -y vecinas- cuáles son los problemas de Cádiz seguro que la gran mayoría diría que la vivienda y el empleo, porque somos las ra-tatá-tatá y esas cosas. Nadie le diría que si tuviera un piso vacío, seguramente, lo pondría en alquiler turístico para sacarse un dinerillo y tampoco le diría nadie que, si tuviera un empleo, posiblemente se iría a vivir fuera de Cádiz donde el precio es más barato y no hay que pelearse por encontrar aparcamiento. Lo demás, la pérgola-mirador -o lo que queda de ella-, el alumbrado ordinario y extraordinario y el transporte público está muy bien para rellenar horas en el bar o en la peluquería, pero a la gran mayoría de gaditanos, no les quita el sueño.
En unos días se cerrará el plazo de matriculación para el curso que viene en los colegios de la ciudad. El descenso de natalidad marcará, la tendencia imparable de la última década. La Junta oferta en nuestra provincia para el próximo curso doce mil plazas para apenas ocho mil quinientos niños que se escolarizarán por vez primera. La pelea entre la pública y la privada protagonizará los titulares, la gente se echará las manos a la cabeza y llegarán los reproches y las lamentaciones. Nadie dirá que no hay niños, pero esa es la clave; y no es nueva, porque llueve sobre mojado.