COMPLEMENTO CIRCUNSTANCIAL
Inteligencia tan artificial
El futuro ya está aquí y aún no sabemos el precio que tendremos que pagar por subirnos a él
En 1969 publicaba Brian Aldiss el relato 'Los superjuguetes duran todo el verano'. De futurista, lo calificaba entonces la crítica que acogió con cierto escalofrío la historia del niño robot que cree que es humano y que lucha por ganarse el afecto de una madre ... deshumanizada, que anda pendiente de que le toque la lotería de paternidad en un mundo que no parece diferenciarse mucho del que tenemos ahora. Inteligencia Artificial fue como llamó Steven Spielberg a la adaptación cinematográfica del relato de Aldiss que llevó a la gran pantalla en 2001 -ya ha pasado tiempo, ya- y que se convirtió en todo un fenómeno, por el tono sentimental y profundo con el que se trataba un hecho que, entonces, se consideraba más bien distópico; es decir, en un mundo robotizado y futuro, los sentimientos son lo único que diferencia a los hombres de las máquinas, y lo único que no se puede crear en un laboratorio. El calentamiento global, la escasez de recursos en el mundo y una excesiva tecnologización enmarcan una historia que estuvo nominada a los Oscars y a los Globo de Oro.
Que veinte años no es nada lo diría el tango, pero en esto -también- la realidad supera a la ficción. Porque si echamos la vista atrás, todo lo que contaba Aldiss, todo lo que mostraba Spielberg , está a punto de convertirse en algo que, por cotidiano, nos parece creíble. De hecho, Hayden Belfield -de la universidad de Cambridge- ya habla de la inteligencia artificial como el tercer hito trascendental en la historia de la humanidad, después de la invención del fuego y del descubrimiento de la energía nuclear, y sin concederle todo el beneficio que la duda otorga, hay que reconocer que el futuro ya está aquí y aún no sabemos el precio que tendremos que pagar por subirnos a él.
La tecnología no es tan neutral ni tan inofensiva como parece, porque de momento, está creada por humanos y detrás de cada conversación con el ChatGPT, detrás de cada texto escrito por un procesador, hay un contexto que sigue siendo humano más allá de la inteligencia artificial que, de momento, sigue siendo más artificial que inteligente. Y si Juan Ramón Jiménez ya interpelaba a la inteligencia, hace cien años, para que le diera el nombre exacto de las cosas, tampoco es que hayamos cambiado tanto.
Países, como Italia, han decretado ya el bloqueo preventivo de la herramienta creada por OpeanAI por cuestiones de privacidad y de información. Nuestro país se ha sumado también a la investigación abierta a la empresa por posible inclumplimiento de la normativa vigente de protección de datos, y es que ChatGPT no cuenta con herramientas verificadoras de la edad de sus usuarios, ni discrimina los datos que se introduzcan en cada una de sus conversaciones. Tampoco cuenta, de momento, con la sensibilidad necesaria para interpretar los contextos, por mucho que aun recordemos lo que nos hizo llorar el pequeño niño robot de Spielberg.
Y es que, en los contextos, es donde realmente uno se la juega. Porque podrán cortar todas las flores, que diría el poeta, pero nunca podrán detener la primavera.
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