Hoja Roja
Decir cosas
«Ni el Carnaval se nos ha ido de las manos, ni hay que protegerlo contra el invasor, ni es una fiesta solo de 'coplas'»
Ahora que nadie nos escucha le voy a contar algo. Usted sabe, igual que yo, que en esta ciudad somos de pontificar mucho porque lo llevamos en la masa de la sangre y porque estamos convencidos de que sabemos de todo y que de todo ... podemos opinar o, mejor dicho, sentar cátedra. Resulta sencillo: que hay que hacer una revisión del Carnaval, pues nada, pim pam, pim, pam… y en dos minutos, el carnaval arreglado. Que hay que solucionar la limpieza, el transporte, la vivienda, la cultura...lo que sea, lo solucionamos en menos que canta un gallo, porque hablar no cuesta dinero y de lo gratis es de lo que más entendemos. Y no es cuñadismo, -odio el término, pero como todo el mundo lo usa, no quería quedarme atrás- no me malinterprete, es simplemente, nuestra manera de ser y nuestra manera de relacionarnos con los demás. Fíjese bien, en Cádiz la gente no es capaz de mantener una conversación -no digamos un debate, un análisis, ni siquiera un diálogo- con otra persona, la gente habla como si hablara en un púlpito o un estrado, y ni siquiera espera a que el de enfrente le conteste, entre otras cosas porque el de enfrente va a hacer lo mismo, soltar 'su verdad', sin intención alguna de recibir réplica o 'feedback', como dicen los modernos ahora. Así somos y así nos entendemos, o no. Claro, luego decimos que es muy difícil ponernos de acuerdo, sin tener en cuenta que estamos atentando contra los principios básicos de la comunicación. Solo hace falta ver un ratito un Pleno Municipal, si quiere un ejemplo de lo que estoy diciendo; cada uno a lo suyo, a decir 'su verdad' y a votar lo que ya traía votado desde el partido. Lo mismo usted cree que no, que en los plenos se debate y se reflexiona, pero no es así. En los plenos se discute, se reprocha, se critica y se acusa, pero nadie cambia de opinión ni de parecer, entre otras cosas, porque implicaría hacer un ejercicio de comprensión -en todos los sentidos- y eso no le interesa a nadie ni da 'likes' en las redes sociales.
Ahora que nadie nos escucha le voy a contar algo. Hace unos años, las agrupaciones que iban al COAC empezaban siempre las entrevistas, a pie de escenario, hablando del 'concepto' que habían presentado. Acuérdese, no había actuación sin concepto, aunque nadie -ni siquiera los componentes de la agrupación- supieran qué demonios era el concepto. Luego vino aquello de «hemos venido a soltarlo», ¿recuerda? Todas las agrupaciones tenían que soltar algo, y todas salían de su actuación con lo mismo «ya lo hemos soltado» como si estuvieran en el Enola Gay. En fin. Este año, todos iban a «decir cosas», quizás siguiendo la estela de Martínez Ares tras aquel memorable pasodoble de Los sumisos: «Estamos en un concurso y la gente exige cosas, y yo reparto cosas». Decir cosas se suponía que era el objetivo de este concurso que ha sido, si me lo permite, el más suavito de los últimos años, con alguna honrosa excepción. Pero todo el mundo dice que dice cosas, y que las cosas que dice son las que hay que decir; ya ve, hasta Faly Pastrana anuncia que vuelve el año que viene «porque tengo cosas que decir».
Así que, ahora que no nos escucha nadie, soy yo la que le voy a decir una cosa. Ni el Carnaval se nos ha ido de las manos, ni hay que protegerlo contra el invasor, ni es una fiesta solo de 'coplas'. Y ahora, si quiere, se lo explico. Decía Lola Cazalilla el año pasado -cuando era concejala de Fiestas- que lo del botellón «pasa en cualquier fiesta popular», y tenía razón, aunque este año –que no es concejala de Fiestas- diga que hay que «gestionar y limitar para preservar la idiosincrasia de la fiesta y el respeto a nuestros vecinos y vecinas» -decir cosas- porque lo del botellón ni es algo exclusivo de nuestra ciudad ni de este año. Años llevamos soportando la gente que vivimos en el centro la invasión carnavalesca de jóvenes -y de mayores-, que no saben a lo que vienen, pero que vienen atraídos por la fiesta. Son de fuera, pero también son de aquí los que hacen botellón, que no vamos a ponernos ahora exquisitos pensando que nuestros jóvenes solo se reúnen para 'escuchá' en una esquinita a las ilegales -sin grabarlos y sin tirarles cubos de agua, por supuesto- y para cantar pasodobles de 'Los cleriguillos'. Ya se lo dije al principio, aquí hablamos porque no cuesta dinero, pero no nos da por escuchar a los demás, ni siquiera por escucharnos a nosotros mismos.
Que hay cosas que mejorar en el Carnaval, sí. Que se podrían hacer las cosas de otra manera, posiblemente. Que siempre habrá quien se queje, no tengo ninguna duda. Pero mejor nos iría si dejásemos de mirarnos el ombligo y empezáramos a mirar a nuestro alrededor. Que ni somos el asombro de Damasco, ni tenemos el santo grial de las coplas ni lo nuestro es, siempre, lo mejor.
Había mucha gente en la calle el segundo sábado de Carnaval. Había muchos autobuses aparcados dentro del muelle -con el permiso de la Autoridad Portuaria- y en doble fila en la avenida de la Sanidad Pública. Había muchos cochecitos de niños pequeños -esos no eran de Cádiz- y muchas excursiones del Imserso. Había mucho ruido, muchas aglomeraciones, muchos botellones, mucha basura. Pero no pasó nada -afortunadamente- y a la mañana siguiente, la ciudad estaba limpia. ¿Dónde está el problema? Dígamelo usted.