Coronada de Penas

Tal vez usted sea de los que hoy proteste porque ya están otra vez los capillitas con las procesiones ocupando la vía pública

Yolanda Vallejo

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Hace unos días fallecía el padre José Carlos Muñoz, un cura pequeño con una fe muy grande, que dedicó su vida a dignificar la vida humana tratando de aliviar el sufrimiento de los más necesitados, tal vez porque habiendo sido alumno del Colegio de ... la Viña, conocía de cerca el rostro amargo de los mansos, de los tristes, de sus vecinos los limpios de corazón, los misericordiosos como el Cristo de la Palma que preside cada calle, cada casa de uno de los barrios históricamente más castigados de nuestra ciudad. Del padre José Carlos aprendí una de las lecciones más útiles que he recibido en mi vida. Gracias a él entendí que, aun siendo ciega la fe –y aun llevando una venda en los ojos-, la gente, en su debilidad, necesita –necesitamos- «ver para creer» y que por eso, los sacramentos son signos visibles de algo invisible, que nos confirman en nuestra fragilidad y nos ayudan a comprender lo que, de otra manera, sería totalmente incomprensible. Así, los símbolos cobran un significado que representa ese momento trascendental que la venda de los ojos no siempre nos deja ver; usted los conoce igual que yo, el agua en el bautizo –curioso que hasta en los bautizos más festivos se use también el agua-, el anillo en las bodas, el abrazo en la reconciliación, las manos en la enfermedad… son gestos que usamos más de lo que pensamos y que reconfortan más de lo que creemos.

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