hoja roja

Un circo con tres carpas

No soporto los circos, ni los denotativos, ni los connotativos, por mucho que nos hayamos acostumbrado a que todo, a nuestro alrededor, se haya convertido en un auténtico circo

Yolanda Vallejo

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No existe una palabra en nuestro idioma que concrete la aversión -no diré odio- a los circos, aunque sí hay estudios que avalan la existencia de causas que justifican el rechazo que produce en muchas personas, lo que se dio en llamar «el mayor espectáculo ... del mundo» y que, durante años, se vendió como entretenimiento amable para toda la familia. Sin embargo, sí que existe, mire usted qué cosas, un término que define el miedo a los payasos, la coulrofobia, que va sobre la conmoción irracional que mucha gente experimenta cuando se encuentra con uno de ellos; de los payasos profesionales, quiero decir. Así que metonímicamente hablando, doy por buena la sinécdoque y reconozco que algo de coulrofobia –o mucho- sí que tengo. No soporto los circos, ni los denotativos, ni los connotativos, por mucho que nos hayamos acostumbrado a que todo, a nuestro alrededor, se haya convertido en un auténtico circo.

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