LA HOJA ROJA
Apasionados
Si hace treinta años los jóvenes se iban de camping en cuanto salía la Borriquita, hoy intercambian Holy Cards y tienen intensos debates sobre el machismo –o no- en las hermandades
A Hegel, se le considera el filósofo de la contradicción. Ambiguo en sus planteamientos, sus ideas inspiraron tanto a Marx como a Hitler, lo que no le resta mérito, sino credibilidad. Pero no es de la credibilidad de Hegel de lo que yo quería hablarle ... hoy, no tema, sino de su teoría de la contradicción a la que considera base todo movimiento y progreso. «Ser es pensar», decía; lo que traducido resulta que, si no se piensa, si no se imagina, si no se fantasea no se llega a ninguna parte. Dicho así podría parecer que el alemán fuese el padrino de Mr. Wonderful, un coach de casapuerta, de los de la vida es bella, pero tú eres más bella que la vida y cosas por el estilo. Pero no, lo de Hegel es un poco más profundo porque se mueve en las procelosas aguas de la condición más fieramente humana. Decía Hegel que «nada grande en el mundo se ha hecho sin pasión», y es, justamente, de eso, de pasión, de pasiones, de lo que hoy quería hablarle.
Puede ser que, a esta hora en la que me lee, estén las calles reventonas de incienso y de capirotes, de racarraca –que dicen por ahí- cofrade y de trajes –oscuros o muy oscuros- revoloteando por las esquinas de la ciudad. Hoy es Domingo de Ramos, ya sabe, y da comienzo la Semana Santa, aunque a usted, tan descreído, le parezca que el año entero es una inmensa procesión que no va, precisamente, por dentro. Cambian los tiempos, claro, y si hace treinta años los jóvenes se iban de camping en cuanto salía la Borriquita, hoy intercambian Holy Cards y tienen intensos debates sobre el machismo –o no- en las hermandades. No seré yo quien lo juzgue porque si para algo me han servido los años ha sido para comprobar que soy más de Heráclito que de Hegel. Total, que como le iba diciendo, la Semana Santa se ha convertido en una fiesta con mucho más interés del que andábamos pensando.
En enero de este año, el Consejo Local de Hermandades y Cofradías de Cádiz anunciaba su intención de iniciar los trámites necesarios para conseguir la catalogación de Fiesta de Interés Turístico Internacional, una declaración que otorga el Gobierno de la Nación, a través del Ministerio de Turismo, y que podría conseguir nuestra ciudad en 2027, una vez transcurrido el plazo necesario tras la declaración nacional que nos concedieron en 2022. En aquella ocasión, se nos reconocía «el entusiasmo y devoción con la que los gaditanos viven esta festividad» –no haré comentarios- y el peculiar estilo de carga «con los denominados manigueteros que al andar acompañan su ritmo con el sonido característico de las horquillas»- no haré comentarios tampoco- y ponía nuestra Semana Santa al mismo nivel que la de Burgos o la de Alicante, por ejemplo, que seguramente, también son maravillosas.
El caso es que, como diría Cernuda, una cosa es la realidad y otra muy distinta el deseo. Porque si revisamos los requisitos que exige el Ministerio para la tramitación del nombramiento, no hace falta ser un lince para ver cuánto camino le queda por recorrer a la Semana Santa gaditana. Que sí, que nadie discute lo que se ha avanzado en los últimos años –aunque yo eche de menos el raso porque soy así de antigua-, y el impacto económico que supone la fiesta para nuestra ciudad –en ello anda investigando la UCA-, que en palabras del concejal de Cofradías «es mucho mayor lo que mueve la Semana Santa que lo que mueve el Carnaval«. Pero tampoco discute nadie que, a veces, la pasión nos ciega el conocimiento.
La declaración de fiesta de interés turístico internacional implica un plan de acción y promoción turística con un mínimo de impactos relevantes en medios de comunicación extranjeros, una web algo menos horrible de la que tenemos y perfiles en redes sociales con repercusión fuera de España. Nadie dijo que fuera imposible, pero tampoco será fácil. Si seguimos jugando a los recorridos imposibles, al aquí mando yo, a pasar tres veces por San Juan de Dios, al juego de la silla –nunca mejor dicho- y a perder el tiempo en que, si se dice penitente y hermano varilla o diputado de no sé qué; o en si el Titular es suplente o suplantado, estaremos dando palos de ciego, como casi siempre.
Es cierto que hay que echarle pasión a las cosas para que salgan, pero no solo de pasiones vive el hombre. Decía Hegel que el éxito está en la intersección de la razón y la pasión. A ver si somos capaces.