El andalucismo por bandera
«Creo que ser andaluz es mucho más que un himno, un escudo, una bandera y un día en el calendario»
Por si usted no lo sabía, hoy es el Día de la Bandera de Andalucía, o al menos así ha sido declarado por el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía que, para reforzar su ideario de 'nuevo andalucismo' -sea lo que sea eso- , ... ha tenido a bien acordarse de que tal día como hoy, «un cuatro de diciembre», como cantaba Raza Mora, José Manuel García Caparrós era asesinado en el transcurso de aquella mítica manifestación que clamaba por una «Andalucía libre» y que tiñó de negro lo que tendría que haber sido un día blanco y verde.
A mí, como ya sabe, lo de las banderas no es algo que me apasione ni me conmueva. Ni siquiera como símbolo de la Andalucía más literaria y más trágica, la de la Mariana Pineda de Lorca, llevada a cadalso por bordar 'la bandera de la Libertad', ni siquiera como imagen de aquellos días de diciembre en los que, hace cuarenta y cinco años, los andaluces salieron a las calles a hacer carne los versos de Blas Infante, porque queríamos -y seguimos queriendo- «ser lo que fuimos». Porque, a veces, se nos olvida de dónde venimos. y por eso no sabemos bien a dónde vamos.
La intención de este día, no festivo, pero sí festejable es rendir homenaje a los hombres y mujeres que protagonizaron el duro proceso que supuso nuestra autonomía. Un proceso tan duro que se tuvo que resolver en las calles, en el cuerpo a cuerpo, como recuerdan los periódicos de aquellos días -ya sabe de mi pasión por las hemerotecas- «la personalidad propia del pueblo andaluz ha venido siendo sojuzgada por un centralismo exacerbado». Ya ve, tampoco en esto son originales las nuevas políticas de hoy que se parten la camisa criticando a los 'mesetarians'. «Ha llegado el momento -decía el comunicado de los diputados y senadores de la provincia de Cádiz- de que nuestra personalidad se refleje en la creación de una colectividad política autónoma».
Aquel 4 de diciembre de 1977 se celebraba el Día de Andalucía. El periódico del día abría con la convocatoria de la manifestación a las doce de la mañana en todas las capitales de provincia andaluzas y en Algeciras -que ya entonces reclamaba su lugar en el mapa-; y junto a la noticia, otra no menos importante -inquietante más de cuarenta años después- para nuestra ciudad : «El día 15 comenzará a funcionar la nueva Residencia Sanitaria» y los médicos, que ya entonces estaban sobrepasados de trabajo, recibirían una «gratificación» por hacer guardias en el nuevo hospital. Ese mismo día se inauguraba en la calle Dorotea, el gimnasio Raúl Calvo que se anunciaba al reclamo de «¡Proteja su futuro! Defensa personal», y aunque sé que este dato no aporta nada al relato de los hechos históricos, no he podido resistirme, ¡qué le vamos a hacer!
El caso es que la prensa recogía la frenética actividad que los días previos se había vivido en nuestra ciudad con una caravana «pedagógica» que, entre octavillas, pegatinas y globos, pretendía insuflar en los gaditanos el espíritu andalucista que los moviese a echarse a las calles. A la manifestación, explicaban, «solo se llevarán enseñas de la región y las pancartas serán blancas y con inscripciones exclusivamente referidas al tema autonómico», y estaría encabezada por todos los parlamentarios y líderes políticos, a excepción del alcalde -Emilio Beltrami- que excusaba su asistencia por una inoportuna enfermedad que «le retiene en cama». Los obispos andaluces, llamaban desde los púlpitos a la participación en las manifestaciones; el entonces prelado gaditano, Antonio Dorado emitió un comunicado en el que expresaba su «solidaridad total con las alegrías, dolores, problemas, y esperanzas de los andaluces», y hasta algunos curas aplicaron la misa dominical «por el pueblo andaluz». Y no es que todo fuese más fácil, ni más happy flower, en aquel 1977, sino que existía un sentimiento de unidad muy por encima de la confrontación política, que invitaba a la participación. Una participación fomentada también desde la escuela, donde se explicaba a los niños -y a las niñas- las razones que hacían necesaria esta reivindicación autonómica.
Unas setenta mil personas, según los periódicos, participaron en la manifestación de Cádiz que transcurrió sin más incidente que la presencia de un grupo «haciendo el saludo brazo en alto» que portaba banderas españolas y que gritaba «fuera, fuera» mientras los manifestantes pasaban por la calle Nueva «produciéndose un alboroto en la terraza del Mikay» que se saldó con dos detenciones. Nada que ver con lo que ocurrió en Málaga , ya lo sabe, que marcó tanto la fecha en el calendario que provocó que el Día de Andalucía se trasladara al 28 de febrero para huir del luto que suponía aquel, este, 4 de diciembre.
Por eso tengo sentimientos encontrados en este día de fiesta que no es festivo. Por un lado, entiendo que es necesario que nuestros niños y niñas conozcan la historia, que sepan que más dos millones de personas reclamaron en las calles un Estatuto de Autonomía en igualdad de condiciones con las llamadas nacionalidades históricas, que sientan que no somos ciudadanos de segunda, precisamente porque sus padres y sus abuelos sintieron que la bandera de Andalucía es un símbolo que nos une y no un arma política. Pero por otro lado, creo que ser andaluz es mucho más que un himno, un escudo o una bandera -los de la generación mollete lo saben mejor que nadie-, y es mucho más que un día en el calendario.
Porque, es muy difícil olvidar que un cuatro de diciembre murió un malagueño y que «señalaron con sangre la fiesta de los andaluces», así que si a usted no le importa, no pienso celebrar el día, mucho menos si se llama Día de la Bandera.