LA HOJA ROJA

Sin acritud

Nosotros, los que hace diez años creíamos que señalábamos a la luna, nos damos cuenta, ahora, de que, aunque el dedo sigue señalando, la luna no es siempre la misma

Yolanda Vallejo

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Una ciudad, ya lo sabe porque nos lo contaron los irracionales de Jesús Bienvenido, «es un trocito de papel de un mapa donde el destino decide que debes nacer». Porque por mucha camiseta que diga que no todo el mundo puede ser de Cádiz y ... por mucho que nos cuenten que el gaditano nace donde le da la gana, la verdad es que uno es de aquí como podría ser de otro sitio, si el azar y las circunstancias así lo hubiesen conjurado. No es la partida de nacimiento la que le da cuerda al reloj -vaya antigüedad, darle cuerda al reloj- de los sentimientos, ni una hoja del padrón la que emite los carnets de gaditanos porque el amor a una ciudad, como la mayor parte de los amores, hay que aprenderlo, hay que sufrirlo, hay que disfrutarlo y hay que disculparlo, sobre todo, hay que disculparlo. Porque, aunque la pasión ciegue el conocimiento, la razón siempre llega a donde no alcanza el corazón y aunque una ve los desconchones, prefiere darle forma a los sentimientos y construir con ellos el imaginario colectivo de lo que fuimos, y de los que somos, y si me apura, de lo que queremos llegar a ser.

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