OPINIÓN
El verano pasado o el que viene
La facilidad que te dan los centros históricos para acercarte en pocos minutos a sitios de interés cultural, asociaciones, teatros o actividades recreativas varias, es algo que los equipamientos del ensanche no te procuran
Hacía mucho tiempo que no paseaba por allí. Una de las servidumbres de mudarse en la misma ciudad, es que, sin darte cuenta, se te olvidan aquellos ritmos que viviste. Tener la playa tan cerca suponía una gloria que, por inmediata no era considerada necesaria ... ni valorada. Bajar y llegar en tan solo dos minutos del terrazo a la arena, era disfrutado como parte de lo habitual. No necesitaba ser requerido de forma consciente. Es verdad que se han distanciado mucho los paseos por los anteriores andurriales de la plaza grande aledaña, pero cuando se llega de nuevo a ellos, afloran sensaciones que, con los pocos años vividos en el casco histórico, se van difuminando poco a poco.
Aquel barrio con su puente nuevo, sus mejores prestaciones de carriles bicis, único sentido de tráfico, aparcamientos para residentes, etc., ha mejorado mucho. Se podría decir que es una de las mejores zonas de la ciudad. Nada que comparar con el nuevo domicilio cercano a la otra gran plaza del centro. Es como otra ciudad, otro mundo, otras escalas, dimensiones y sobretodo otros ciudadanos, comúnmente de mayor edad y también con atuendos de diferentes colores y modelos. La facilidad que te dan los centros históricos para acercarte en pocos minutos a sitios de interés cultural, asociaciones, teatros o actividades recreativas varias, es algo que los equipamientos del ensanche no te procuran. Las diferencias se hacen notables, no comparables, porque no es cuestión de entender más razonablemente las decisiones, sino porque son diferentes modos y cadencias.
Sin embargo, en aquel barrio junto a la playa se notaba perfectamente cuando llegaba el verano. Quizás el sucesivo ritmo de lo atmosférico y sus estaciones, presentía mucho mejor los cambios estivales. Posiblemente el reflejo de la luz del mar y la arena hacen más lúcidos los recorridos. Los calores se aguantaban mejor con los refrescos, rápidamente acogidos por la proximidad acuática. En este otro barrio del centro, como que los veranos se notan menos. Es evidente que los ritmos vitales no cambian apenas por estos sitios, tan solo la indumentaria de sus paseantes. Una diferencia es segura, que los tropeles de turistas en paseos vespertinos son aquí más abundantes que los matutinos por las playas. Salvo estas pequeñas disimilitudes, el paso de estío por el núcleo de la almendra histórica, no se advierte tan eficazmente. Solo algún que otro helado en los cruces.
Pude contemplar en aquel reciente paseo, como las playas han seguido perdiendo su volumen de sílice molida, aunque se aprecian deseosas mejoras. Este año no hemos tenido grandes tormentas, pero los daños persistentes siguen sin repararse antes de la temporada, como debieran.
El inexorable paso del tiempo no tiene dudas. Aparte de calores y grandes calimazos, hace que llegue esta estación más compartida, llena de encuentros y también más deseada cuanto más o menos años se tienen. Las secuencias de los sitios urbanos continúan marcando el orden de la vida ciudadana. Siempre lo que establece las diferencias es el curso continuo y sucesivo de las eternas estaciones que cuartean los años.
Para los que vamos avanzando, es la llegada de las familias en hégiras, la congregación de festeros encuentros con amigos y conocidos. La auténtica verdad: es sentirse vivos y con ganas de disfrutar la vida. Yo creo que siempre este verano será como el del año pasado, y también como el del año que viene. Ocurre que los sentimos como verdaderos ritmos que marcan realmente los compases de nuestras limitadas vidas. Salud y fresquito.