OJO DE HALCÓN
Después de todo este ruido
En los colegios electorales llega hoy el silencio del voto, esa comunión laica con la democracia
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Las campañas electorales son como esas fiestas desmadradas que a la mañana siguiente, al despertar, han dejado un paisaje desastroso de suciedad y desbarajuste, un rastro de vasos medio llenos y botellas vacías, colillas en cualquier parte salvo en los ceniceros, objetos extrañamente vandalizados, suelo ... pegajoso y manchas incomprensibles. Las campañas dejan una estela de cartelería vulgar, publicidad inútil en los buzones, marketing oportunista, eslóganes huecos, lonas provocadoras, titulares faltones, mentiras impúdicas, matonismo retórico... y también toca poner orden.
Después de todo ese ruido, hoy en los colegios electorales llega el silencio del voto, esa comunión laica de la democracia. Ahora ya no importa la mentira de los peajes, la foto de Marcial Dorado, que te vote Txapote, el paraíso según Zapatero, el galope de Gish, los trackings ficticios, la pose de la plancha... o no debería importar tanto al coger la papeleta como el agujero negro de la deuda, los derechos amenazados, la sanidad tras la pandemia, los pactos con quienes amenazan la Constitución, la educación, le seguridad jurídica, la igualdad, los impuestos, el respeto por las instituciones. Al votar esto es lo que debería pesar.
Como escribe Matthew d'Ancona, esto no va de conservadores o progresistas. Ahora no, desde luego. Esto va de escoger entre la Ilustración o la charlatanería. Y el gran lema ilustrado al fin es el 'sapere aude' de Kant. Para pensárselo.
Al final llega el voto. Este es, una vez más, el momento de la verdad. Y la verdad tiene una expresión aritmética. Ahí está el fundamento esencial de la democracia: un hombre, un voto. Y después, a sumar... en minúscula. Claro que unos y otros no tardarán en enterrar la verdad aritmética bajo los relatos ventajistas para resistirse a la obviedad de los números. Esa guerra de relatos comenzará esta misma noche, y volverán las alertas antifascistas, la legitimidad cuestionada, la lógica de buenos y malos, la demonización del otro... Relatos, como anota Christian Salmon en 'Storytelling'. La máquina de fabricar historias y formatear las mentes, que son un «arma de distracción masiva» para movilizar opiniones. Quienes hayan perdido, evitarán desesperadamente la aritmética y tratarán de vender alguna clase de triunfo moral. Pronto llegarán los adjetivos, quizá la dulce derrota o la amarga victoria, como en 1996, si el PP no alcanza en solitario, si el PSOE resiste como vaticina Michavila. O no.
Hasta el último momento se ha manipulado con los trackings. Quienes estaban mal en las encuestas, filtran datos de una remontada contraintuitiva para proclamar que hay partido. Manipulan, de nuevo, para movilizar. «Tengo los datos, vamos a ganar», decía Yolanda Díaz para sembrar la duda. No puedes afirmar categóricamente que sea falso aunque parezca categóricamente falso. Ha trascendido que el CIS seguía haciendo encuestas fuera de plazo legal. Y tiene profesionales muy buenos, aunque lo que se publique cocinado bajo el sello Tezanos sea una burda manipulación que busca el efecto 'bandwagon' o arrastre, para que sientas que hay partido. ¿Y si realmente hay datos? Con la duda ya ganan. Hace tiempo que todo es mentira.
El protagonismo de la mentira en la campaña da la medida de su catadura. No es que la mentira haya sido un argumento esencial, porque eso supondría tomársela en serio, pero sí la acusación esencial, a sabiendas de que a esta ciudadanía polarizada no le importa la mentira, sino la mentira del otro. Es decir, es tan indulgente con las mentiras de los suyos como tremendista con las mentiras del rival. Sobre esto, el propio Matthew d'Ancona, en su libro sobre la 'Posverdad', advierte que la ciudadanía renuncia a su papel en la democracia si recompensa al político que miente eximiéndole de decir la verdad, que es un exigencia básica. Y concluye: «si la gente quiere que se termine la era de la posverdad, tendrá que acabar con ella de manera activa. Si después de toparse con sus consecuencias desagradables (las 'líneas de resistencia' de Eco), la gente quiere un cambio, tendrá que exigirlo».
Hoy tenemos esa papeleta. Después de todo ese ruido.
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